V ivimos el vértigo de los sucesos entre el viejo régimen y lo que todavía sucede como un largo y sinuoso proceso de cambio. Los conservadores se aglutinan y se adhieren a su causa, a través de la insolencia, la denostación y la rabia. Temen perder sus privilegios.
Es indiscutible el gran número de ciudadanos que están convencidos de la necesidad de dar un vuelco a sus vidas, para bien. Esta es la verdadera hora de la transformación.
Por lo que cabe la prudencia de estar alertas; sin perder de vista que hoy el campo mediático, es el campo de la lucha de ideas.
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