Desde principios del siglo XX, Friedrich Nietzsche se convirtió en un clásico del pensamiento filosófico, aunque el adjetivo sentaría mal al filósofo. Nadie como él abordó varios temas de la tradición europea desde un planteamiento totalmente nuevo que acompañó y se hizo indispensable para la autorreflexión y el diagnóstico del siglo pasado. Sin embargo, por esa perspectiva inédita, ninguna filosofía ha estado tan expuesta a los malentendidos como la obra de Nietzsche.
Lo que Nietzsche tiene de clásico es que sus textos han sobrevivido a sus interpretaciones, apunta el filósofo Peter Sloterdijk, cuanto más se les disecciona, más elusivos parecen, cuanto más profunda es la aproximación hermenéutica, con más dureza resiste el impacto de la interpretación.
La raíz filológica que sostiene la estructura de su pensamiento, sumada a un discurso en el que predomina lo poético dan como resultado un estilo en el que es fácil extraviarse, sumergirse en solitario por la obra de Nietzsche y conlleva el riesgo del malentendido y la incomprensión, es por esto que sólo puede ser descifrada por una multiplicidad de interpretaciones. No hay un solo Nietzsche, “Por eso no estamos en búsqueda de una interpretación correcta, definitiva”, afirma Pavel Kouba, uno de sus más recientes intérpretes.
De todos es conocida la leyenda negra que alió el pensamiento de Nietzsche al nacionalsocialismo, es esta una de las más fallidas lecturas, nacida por la suposición de que existe una obra final, La voluntad de poder, en la que el filólogo habría condensado su pensamiento. Hacia los años 70, quedó desmentida esta creencia, no existe en la bibliografía de Nietzsche tal obra. Pero aquella falsa idea estuvo apoyada por filósofos partidistas, como Alfred Baeumler, quien sostuvo que contra la filosofía moral burguesa, Nietzsche establece una filosofía de la voluntad de poder, que Baeumler identificó con una filosofía política.
Lukács, por su parte, delinea a Nietzsche como el enemigo de la clase trabajadora, el más peligroso para la actualidad socialista y presenta su pensamiento como contradictorio. Lo que el interés ideológico de Lukács le impidió ver, comenta Frey, es el deseo de Nietzsche de entregar un pensamiento experimental abierto hacia el futuro.
El filósofo también ha sido leído desde el punto de vista biográfico y psicológico, la principal obra de referencia es la biografía escrita por Carl Paul Janz, desde la idea de Nietzsche como un filósofo de la autoformación, por tanto habría que relacionar su pensamiento con la formación personal. La debilidad de esta lectura es que la discusión de la obra misma queda oscurecida bajo la personalidad de su autor. Ocurre lo mismo con el psicologismo de Erich F. Podach y Hofmiller, quienes coinciden en el intento de presentar un desenmascaramiento de la filosofía de Nietzsche como una ficción que se explicaría a partir de su psicopatología. La psicóloga, Ann Miller visualizó toda la obra como un reflejo de los traumas íntimos provocados por sus padres, y que lo llevó, en última instancia a construir una filosofía destructiva.
En estas aproximaciones introductorias, resalta Frey la elaborada por Volker Gerhardt, quien se centra en temas específicos para la interpretación. El punto de partida de Gerhardt es la interrogante sobre el sentido y valor de la existencia desde Nietzsche. Esta interrogante incluye la tesis del hombre como ser indigente. Según Gerhardt, Nietzsche desarrolló una teoría del arte como razón máxima, en la que la vida es contemplada como arte, tema central en El nacimiento de la tragedia, partiendo del origen dionisíaco de la vida. Una ética de la estética es lo que Nietzsche habría intentado elaborar.
El segundo apartado del libro de Frey: Filosofía y diferencia, trata extensamente la introducción y estudio del filósofo alemán en la tradición francesa, es en ese país, aparte de Alemania donde ha existido más interés en su obra. Frey propone que eso se debe al problema de la diferencia abordado por Nietzsche, ya que la diferencia fue duramente perseguida en la Francia de los siglos XVIII y XIX.
A finales de los años vente del siglo pasado, la discusión ya incluía cuestiones estéticas, literarias y políticas. El dadaísmo alemán reivindicó la figura de Nietzsche como revolucionario cuyo pensamiento estaba destinado a transformar a la humanidad. André Breton, a pesar de ser un antiguo dadaísta, al fundar el surrealismo descartó la filosofía de Nietzsche al encontrarla inservible para la revolución proletaria, esto ocasionó la ruptura del movimiento con artistas como Dalí, Artaud y en especial Bataille.
En 1932 Bataille funda, junto con Paulhan, Rougemont y Jean Wahl, la vanguardia Collège de Sociologie interesada en el estudio de Nietzsche, el grupo se disuelve rápidamente, y Bataille funda la sociedad secreta Acéphale, y una revista del mismo nombre, que también durará poco, sin embargo fueron estos espacios en los que se construyó un marco de debate para las ideas nietzscheanas.
La valiosa aportación de Bataille es la de haberse aproximado en primer lugar desde un antiacademicismo, para comprender a Nietzsche había que identificarse con él o rechazarlo, “Nietzsche escribió con su sangre, quien le critica o le sufre, no puede hacerlo sino sangrando a su vez”. Bataille sostiene que el pensador alemán no se interesa por lo que el hombre debería ser, sino por lo que es, se necesita romper con el idealismo porque éste se interesa en el ser humano solamente desde su carácter espiritual o racional, denigrando su animalidad, su instinto y todo aquello que se relacione con el cuerpo. Para él, Nietzsche es el filósofo de la transgresión en el pensamiento y por ello el referente para el siglo XX y quizá para los siglos venideros.
Klossowski, por su parte, se interesará en explorar el proyecto nietzscheano desde la “inversión del platonismo”, esto es, que a partir del texto “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” Nietzsche propone que no puede haber un conocimiento certero de la realidad, puesto que todo lenguaje es metáfora. Si como determinó Platón, anota Klossowski, todo es copia de la Idea, entonces nada tenemos y somos más que simulacros. A ese simulacro carente de referencia directa, no puede adjudicársele verdad absoluta alguna, sino un parecido.
Cómo distinguir entre copia verdadera y copia falsa. Para Klossowski la obra de Nietzsche consigue reconocer la naturaleza perversa del simulacro asumida en la idea del eterno retorno, que interpreta como “no hay origen de la verdad, ni tampoco finalidad última para la misma, no cabe hablar de una primera ni de una última vez, todo ha sido, pues, infinitas veces y volverá a serlo. Cada simulacro se diferencia sólo porque se repite y se repite porque se diferencia”. Esta idea la retomará Gilles Deleuze en su libro Diferencia y repetición. Lo que se evidencia es que no hay identidades estables, sino simuladas, toda verdad es una forma refinada de ficción, de simulación.
Absolutamente todos los grandes temas y conceptos abordados por Nietzsche, están presentes a partir de sus variadas interpretaciones, como el de la muerte de Dios, que le valiera la censura católica. Bernard Welte, rescata desde su perspectiva una visión más cercana a la religión, aunque ello rompa con el declarado ateísmo del filósofo. El cariz enunciado es que al destruir el concepto de Dios, lo que Nietzsche consigue es descubrir al dios que hay en el hombre, idea que vendría a sustentar, el concepto del superhombre.
Tan inabarcable como el filósofo alemán, resulta reseñar este volumen en su aportación al estudio, interpretación y comprensión de su obra, tratándose de una enriquecedora provocación al lector para que continúe en la búsqueda de la restauración del sentido de una filosofía vital para nuestros días y para el futuro.
Herbert Frey, Viena 1949, cursó la carrera de filosofía, psicología y antropología en la Universidad de Viena. Obtuvo el doctorado en filosofía con la tesis: La génesis del nihilismo en Friedrich Nietzsche. En México fue profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), (1980-1986), e investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), (1986-1992). Desde 1992 es investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha publicado, La feudalidad europea y el régimen señorial español (1988); Nietzsche, Eros y Occidente. La crítica nietzscheana a la tradición occidental (2001; 2005), y La arqueología negada del Nuevo Mundo (2003).