Propuesta del bailarín y coreógrafo Óscar Ruvalcaba Pérez
El miércoles 21, los jueves 15 y 22, y los viernes 16 y 23 de junio a las 18:00
E l hombre es bueno por naturaleza. Posee una suerte de inocencia natural. Es la sociedad la que lo corrompe. ¿Quién no recuerda estas reflexiones que el gran filósofo Jean-Jacques Rousseau compartió a través de su gran legado literario? Dichas ideas aún tienen eco en nuestro presente, y parte de su esencia ha sido motivo de inspiración para la creación de un singular montaje dancístico: El buen salvaje del reconocido bailarín, coreógrafo y maestro Óscar Ruvalcaba Pérez, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
La singular propuesta, se escenificará los miércoles 21, los jueves 15 y 22, y los viernes 16 y 23 de junio a las 18:00 en el foro La Caja (San Fernando 14, colonia Guerrero).
Rousseau fue un reconocido autor. No obstante que fue identificado como ilustrado, siempre demostró grandes contradicciones que lo separaron de los principales representantes de la Ilustración. Se le recuerda como un gran pensador radical y revolucionario, cuyo legado quedó plasmado en grandes obras literarias, de las cuales se desprendieron reflexiones que siguen siendo una referencia, como “el hombre nace libre” y “el hombre es bueno por naturaleza”.
Sobre esta última idea, Rousseau pensó que el hombre era originariamente íntegro y biológica y moralmente sano, por ende, nunca malvado, opresor o injusto. Estaba convencido que la maldad del hombre era derivada de la sociedad, de ahí que en sus obras se vea reflejada una especie de nostalgia por aquellas relaciones que recuperan los sentimientos más profundos del ser humano.
En entrevista, el maestro Ruvalcaba confiesa que desde su infancia tuvo acceso a la literatura de grandes autores, entre ellos Rousseau. “Son recuerdos que uno tiene de sus clases en la primaria. Fue una época en la que estaba lleno de preguntas y construyendo mi propia persona para confrontarme con el mundo.
“En especial recuerdo que me impactó mucho El contrato social y la idea de que el hombre es esencialmente bueno. Soy de la generación de los setenta, de los idealismos de los estudiantes, del hambre de acabar con las estructuras sociales y ser libres. Así que era normal que me impactara sobremanera Rousseau. Hay que aclarar que mi propuesta no es una trascripción de su visión. Solo me di cuenta que lo que había escrito él tenía mucho sentido con cosas que estamos viviendo”.
El buen salvaje es la segunda pieza de una trilogía relacionada con la naturaleza humana que propuso Ruvalcaba como parte del apoyo que recibe del Fonca.
Ruvalcaba refiere que, en la actualidad, cuando se vive una especie de desencanto ante las promesas de todo tipo, sintió la necesidad de hacer un montaje inspirado en la esencia del pensamiento del filósofo:
“La idea del buen salvaje me remite mucho a la idea del paraíso perdido. Es decir, de reflexionar lo que éramos antes de la caída; una especie de existencia inocente que, parece, siempre tenemos necesidad de regresar a ella. En ese sentido, creo que la imagen del buen salvaje está tomando mucha fuerza porque hemos perdido mucho la inocencia y necesitamos recuperarla”.
El coreógrafo asegura que el mensaje de su propuesta es muy claro: seamos nuevamente inocentes, pero no por ello ingenuos. “Me parece que la inocencia es un elemento fundamental en el sentido de felicidad porque podemos conocer muchas cosas; nos permite contactarnos con una experiencia más amplia y abrirnos a otros universos que no están en el conocimiento directo y horizontal de la materia. Ser inocentes es una revaloración de muchas cosas”.
Todos somos de alguna manera un buen salvaje “en la medida en la que nos permitamos serlo. No puedo decir si sea bueno o malo ser un buen salvaje. Es una cuestión de contacto. Habrá situaciones en los que sea necesario ser ese buen salvaje y otras en las que no. Creo que asumirlo como una forma permanente de vida es una muestra de valor”.
El buen salvaje está estructurada en tres imágenes escénicas. La primera muestra una ciudad salvaje; la segunda, al buen salvaje como un estereotipo, y la tercera es el estado de inocencia antes del conocimiento.
“Son tres metáforas que desarrollo a nivel de movimiento. Los espectadores pueden ver cada una de las partes de manera independiente, pero juntándolas parece un tríptico escénico que genera emociones y sentimientos en el público”.
Si bien el montaje no maneja una narrativa convencional, cada uno de los intérpretes del mismo le da cuerpo a imágenes arquetípicas que los asistentes podrán detectar. Los bailarines que le dan vida a El buen salvaje son Yazmín Rodríguez (beneficiaria del programa Creadores Escénicos, categoría B, del Fonca), Marcos Sánchez, Saúl Gurrola y Gerardo Guerrero.
La puesta en escena está cobijada por una propuesta sonora diversa. En la primera parte se usa música electrónica.