Amor que no supo encontrar su lugar en el tiempo, hoy regreso a mis tinieblas.
Quedan las huellas de tus manos esculpiendo mi cuerpo con avidez como si tuvieran que reinventarlo una y otra vez.
Queda el roce de tu pelo entre mis muslos y ahí la humedad de tu boca que provoca la mía toda.
Queda la dureza que se expande a mis espaldas por las mañanas mientras finjo continuar el sueño hasta que la respiración agitada me delata.
Queda la sonrisa viéndonos a los ojos cuando en medio de un grito estalla el orgasmo.
Quedan las frases vulgares de posesión y entrega que brotan como delicados poemas cuando el placer es tanto que se aproxima a la muerte.
Queda la ternura del silencio compartido, tu mirada y tu voz.
Julio 2019