Entonces… hiciste un documental anecdótico.
—No sé si exista el termino —contestó Jimena con la mirada al cielo y manteniendo el dedo índice al borde de sus labios. Habíamos pactado una entrevista días atrás, y desde hace un par de horas hablamos acerca de su último trabajo, Subiela, El Mago–.
Poco a poco me fue contando todas las intimidades que se esconden detrás del proyecto terminado. Supe que estuvo dos meses y medio en Argentina, registrando en su cámara alrededor de veinte horas de grabación y que la experiencia con Eliseo Subiela fue muy especial. Me contó la versión oficial y la no oficial del porqué hizo este documental: la primera se sostiene en la admiración que ella tiene hacia el cineasta; la segunda es que al final de la posproducción se dio cuenta de que fue el documental la que la eligió a ella, apelando un poco a esta parte mágica que es un aliciente y un gusto compartido con Eliseo, quien define al cine como “un bien incurable”.
El esfuerzo constante la puso en diferentes escenarios, en los que, para culminar este proyecto, conoció a distintas personas. Cuando por fin ella y la gente que la rodeó, le dieron un estado final a la película, Jimena invitó a Eliseo Subiela, y a su esposa, a México, específicamente a Nayarit, donde en una sala de cine, vieron el documental.
En la etapa de preguntas, alguien cuestionó al cineasta si le había gustado el trabajo, él respondió que sería demasiado pretencioso decir que sí a una película que versa acerca de él, sin embargo ofreció una explicación, la cual no recuerdo entera, pero mencionó las tres fases de cómo percibió Subiela el trabajo de Jimena, en la cercanía y en la distancia: el día en que él recibe un correo de parte de una niña de México para hacer lo que antes se ha platicado; el momento en que él, ella y todo el equipo de producción están grabando en una costera, en un hospital psiquiátrico, en un parque, en un pequeño estudio y hasta en un cementerio… a lo que él pensó, “falta que lo termine”; y luego se halló enfrente de una audiencia a la cual tuvo que decir “y aquí está…”. Esas últimas palabras le dieron un valor inconmensurable a todo el esfuerzo llevado a cabo por Jimena Colunga Gascón, realizadora del primer documental dedicado a la vida y obra de Subiela.
La siguiente entrevista de Cronopio, fue el preludio a todas las anécdotas antes comentadas:
—¿Cómo llegó Eliseo Subiela a la vida de Jimena? O, ¿cuándo conoció Jimena a Eliseo Subiela?
—Estaba terminando la prepa y yo ya quería aplicar para la escuela de cine. Siempre quise hacer la carrera en la EICTV de Cuba. Me mandaron el temario para estudiar y una parte importante del examen iba a ser cine latinoamericano; y justo en Oaxaca estaba el cineclub el Pochote… me saque una membresía e investigando sobre cineastas latinoamericanos, salió que en Argentina estaba Eliseo Subiela.
Leí su semblanza y me fui al Pochote a sacar Pequeños milagros y El lado oscuro del corazón. Vi primero Pequeños milagros, y yo así de: ‘¡Me encanta esta película!’ y luego vi el Lado oscuro del corazón, y con el Lado oscuro del corazón me ‘mató’ por completo; pase días completamente afectada por esa película (…) ya de ahí lo agarré como de mis favoritos y a partir de eso me saqué más películas. Después, lo de la escuela de cine de Cuba, fui a hacer talleres —por una cosa o por otra no hice el curso regular—, pero así fue como llegó a mi vida.
—¿Subiela provoca algo diferente en ti, en tu creación? O, ¿por qué hacer un documental que hable de él?
—Realmente me sentí tan identificada con sus películas, porque en ese momento me di cuenta que había un creador consolidado que compartía una visión del mundo muy similar a la mía. Cuando llegué con este documental, yo tenía un poco la hipótesis de que lo que hacía Subiela era realismo mágico, porque tiene este planteamiento de que la realidad cotidiana, así, aquí mismo en la colonia Roma, donde estamos sentados, puede haber magia, y es un pensamiento que siempre tuve en la cabeza desde chavilla, entonces… me gustó ver eso en una obra cinematográfica.
En el Lado oscuro del corazón tanta gente hablando en poesía, había muchos cuadros donde Oliverio parece que vuela, cuando en realidad no se eleva del piso; tiene una gabardina y entonces le da el viento y parece que tiene alas. Me gusta esa postura con respecto a la realidad, siempre me gustó y dije: ‘¡Órale! Aquí lo tengo; lo estoy viendo; no estoy equivocada; es posible que en la realidad cotidiana de todas las personas exista esta parte de la magia’.
—Él es modesto cuando afirma que es director de cine circunstancialmente y que bien pudo ser bombero o médico. A raíz de esto, uno formula alguna idea general y simple del porqué aceptó formar parte de este proyecto; pero, imaginando que se hubiera negado, ¿cómo llenar ese hueco que hubiera dejado su ausencia?
—Si se hubiera negado, yo creo que no hubiera cambiado mi admiración por él. Si se hubiera negado lo hubiera tenido como cinematografía de referencia invariablemente: por la forma, por el planteamiento de los temas, por su perspectiva del mundo… Justamente todo lo que él habla en el documental es lo que vemos en las películas. Entonces, si él me hubiera dicho: ‘no, no, estoy ocupado; o, no, no, estoy fuera, o no me interesa…’, yo hubiera dicho ok, porque yo sabía de antemano qué nivel de personaje era, es. Si me hubiera dicho que no, me hubiera parecido lógico, o sea, a lo mejor me hubiera sentido decepcionada y frustrada, pero hubiera sido como… (encogiendo los hombros) “bueno”.
—Pero ya no hubieras hecho un documental sobre Subiela.
—¡Eso sí lo sabía! Si iba a hacer un documental sobre Subiela, tenía que hablar con Subiela. No quería que fuera uno de estos documentales de referencia. Desde el principio no quería que fuera un documental biográfico, de datos fríos —porque no creo que sea tan interesante—, y siempre me pareció mucho más interesante, justamente cuál era la esencia de sus películas, la perspectiva del mundo de ese señor, por qué hace el cine así… Inclusive tiene que ver directamente con lo que tú crees de la vida, entonces este señor debía tener una perspectiva muy particular del mundo para que sucediera así… Si él no hubiera estado, no hubiera hecho ningún esfuerzo por encontrar a toda la gente que sale en el documental.
—Eso es muy importante, porque en la película no ha sido suficiente escuchar solamente la voz de Eliseo; también se escucha hablar a sus cercanos, a sus allegados y a las imágenes de su trabajo para formarnos una idea más completa y amplia de su personalidad y hallar un porqué más claro de su manera de hacer cine.
—Siguiendo esta línea del planteamiento original del documental, yo no quería que escucháramos de la voz de Subiela, sólo su trayectoria, porque esa información la puedo sacar de Wikipedia. Siempre supe que lo que quería preguntarle a Subiela era sobre todos estos temas universales que él aborda tan específicamente y tan particularmente en sus películas. Sí quería tener todas estas entrevistas con gente cercana, con miembros de su club, porque también había leído que él suele trabajar mucho con la misma gente. La estructura original del documental era: yo voy a preguntarle a Subiela sobre estos temas de los que se tratan sus películas; y los aspectos técnicos de las películas en sí mismas me los iban a dar otras personas, como su experiencia de trabajo.
La primera pregunta (a Subiela) fue: “A ver Eliseo, ¿usted qué piensa sobre el amor? (hace los gestos de extrañeza que debieron aparecer en la cara de Eliseo). Sí, ¿qué piensa sobre el amor?, ¿cuál es su perspectiva sobre la poesía? ¿De dónde vino el Lado oscuro del corazón? Era un poco más anecdotario de su parte; a mí no me interesaba en qué año se hizo la película, con quién trabajo… Yo sí tenía la intención de poner en este documental cosas que sólo Subiela te puede decir.
—Dice Subiela: “Las historias de amor cuanto más imposibles sean, más potentes son”. La expresión es bella, porque coexisten el pesimismo y el optimismo. Juan Carlos Onetti, en sus novelas breves, generalmente las comienza de forma pesimista y culminan igual o más tristes, pero su gran mérito es que las narra de manera optimista y uno alcanza a dibujar una sonrisa con las situaciones que viven sus personajes. Eliseo parece andar por la misma línea; él lo expresa más con imágenes que con palabras. Quizá un ejemplo de esto puede ser su película El resultado del amor.
—Creo que el cine y la poesía están hechos de lo mismo, porque las dos disciplinas artísticas están hechas de imágenes… por eso la poesía tiene este sentido, porque la poesía evoca, te pone imágenes muy poderosas de muchas maneras en la cabeza, automáticamente en cuanto tú la escuchas, en cuanto tú la lees, todo lo que dice la poesía, lo tienes ilustrado en la cabeza, y lo mismo sucede (con el cine), es una serie de imágenes.
De hecho, a Onetti lo tiene como referencia; él tiene muchos escritores (como referencia). En alguna parte del documental, él dice: “cada vez que puedo contrabandeo un amor en el cine: músico, escritor, pintor, lo que sea…”.
—A manera de homenaje.
—Ajá… Onetti, por ejemplo: hay una escena del Lado oscuro del corazón, que es donde Oliverio conoce a Ana, en el cabaret, llega el tipo y le empieza a tirar Táctica y estrategia, de Mario Benedetti, galán acá… entonces la morra voltea y termina el poema, (hace gestos de extrañeza) entonces el tipo se queda de: “ay… seguro lees a Onetti, también ¿no?”.
—“Yo digo que lo que yo hago es realismo sospechoso”, afirma Subiela. En otra de sus confesiones, dice que le gustan más las preguntas que las respuestas. Parece ser que a él no le gusta andar por los caminos de la verdad y de la mentira, prefiere caminar el sendero del desengaño.
—Hay otra frase que también dijo, que no está en el documental, pero dice que él desconfía de la gente que tiene demasiadas respuestas. A lo que él se refiere es a esta necesidad de explorarse a uno mismo y explorar su propio entorno. Cuando uno cree que lo sabe todo, no exploras, ni aprendes, ni te mueves…
—Hay un conformismo.
—Claro… Creo que el espíritu de experimentar es en sí mismo hacerse preguntas: ¿por qué uno tiene ganas de emprender un viaje, a cualquier lado? El que sea, chiquito o grande… Yo, por ejemplo, que no soy de aquí (de la ciudad), quiero ir a Xochimilco, ¿por qué? Porque no conozco. ¿Y para que quiero conocer? Pues para saber qué hay, qué no hay… Quiero ir al mercado de la Merced, ¿por qué si no tengo ningún asunto que atender en el mercado de la Merced? Porque quiero ver cómo es.
—Hay otras cosas en las que hay que dejarse llevar, ¿no? Como esa parte en la que Eliseo dice: “te iba a decir qué es el sentido de la vida, cuando pasó el avión”.
—Eso también es como un chiste local, porque el primer día de preguntas él tenía la idea de que yo le iba a hacer preguntas un poco más periodísticas, y cuando vio que no, hacía chistes (…) y entonces me decía: “¡Qué! ¿Ahora me vas a preguntar sobre el sentido de la vida?”. Fue como un chiste constante, “ya me vas a preguntar sobre el sentido de la vida”, es por eso que pasa el avión y se avienta el chiste “estaba a punto de decirte el sentido de la vida, pero pasó el avión”.
—Con amor, con pasión, con rigor… el prestidigitador ha sacado historias del sombrero para contarlas a la gente con la ayuda de su cámara. Jimena le ha preguntado, ¿quién eres tú? A lo que él responde no tener la solución completa para esa pregunta… ¿De dónde viene esa curiosidad por definir a Subiela?
—Todo el documental vino de esta pregunta, más allá de quién es Eliseo Subiela, yo quería saber cómo es que Subiela hace esas cosas, de dónde se saca esas escenas, cómo es que escribe esos guiones… Lo que sí me queda claro es que es un buscador también, él no sabe, no tiene claro quién es él, y tampoco creo que le urja saberlo.
Creo que las personas se van construyendo con las experiencias, la manera en la que vemos las cosas tiene que ver con todo lo que hayamos pasado antes, bien o mal, y finalmente coincido con muchas de las perspectivas en el documental, que él es un autor, es un creador, necesita expresarse. Ya lo dice Miguel Ángel Roca en algún punto: “si no hubiera hecho cine, lo hubiera hecho a través de otra cosa”, pero necesita expresarse.