“Nadie puede ser esclavo de su identidad: cuando surge una posibilidad de cambio, hay que cambiar”
Elliot Gould
El concepto de trabajo entraña múltiples concepciones que son asimiladas por las personas en sus distintos ámbitos y momentos. Esta flexibilidad es parte de un proceso de construcción de identidad, puesto que en el proceso se asimilan los significados externos (experiencias de otros, testimonios) y estos se validan y configuran desde la individualidad para después ser exteriorizados como particulares e interactuar con los otros sujetos.
No es de mi interés abordar la enmarañada discusión que gira alrededor de la identidad. Muchos han tratado desde diferentes perspectivas dar un enfoque particular que, lejos de lograr una convergencia que diera como resultado una teoría de identidad, han generado versiones muy particulares.
Por ello me remitiré exclusivamente a la producción más elemental sobre la identidad laboral, desde una revisión muy general de la sociología del trabajo, la constitución y transformación de la clase trabajadora y algunos antecedentes en las costumbres y prácticas cotidianas de los procesos que conforman la identidad.
En específico en Latinoamérica y nuestro país en particular, quiénes estudiaban la identidad laboral, comenzaron en la década de los sesenta, con conceptos como las nociones en la orientación hacía el trabajo, control del trabajo y la capacitación social en el trabajo. No entendiéndola como un oficio únicamente, sino una aptitud frente a la labor.
La definición de la identidad se entiende como lo que somos o queremos ser, pero la identidad es hecha por nosotros mismos y curiosamente la definición de nosotros, es hecha por los otros, lo cual abre el debate acerca de quien construye o quien determina la identidad. A lo que planteo que la identidad no es otra cosa, más que el resultado individual dentro de un proceso de interacción social, donde conjuntamente persona y colectivo, construyen y definen intenciones y desavenencias. Y la identidad no es algo que se adquiera o no por decisión, sino simplemente se desarrolla como característica natural del humano.
Para revisar la identidad laboral, es necesario analizar el contexto laboral, que se dividen en cuatro:
• precario o de exclusión laboral
• autoempleo o negocio propio
• fluctuante o con salidas laborales continuas
• protegidas o sindicalizados
Y esta identidad laboral no se puede extraer de la situación social, es decir en muchas ocasiones la movilidad es la que termina por definir la identidad laboral y es ahí donde el contexto laboral pierde cualquier validez.
Las motivantes para que se de la movilidad son:
• Movilidad de empleo- por falta de empleo un cambio de región.
• Movilidad de empleador- cambio de lugar donde se labora a otro espacio
• Movilidad profesionales- cambio de ocupación por grado de escolaridad o capacitación
Si bien el análisis identitario, no se centra tanto en el proceso interno individual de la construcción de la identidad sino en los referentes estructurales externos que hacen comprensible las expresiones identitarias en un momento específico. Esto obliga a entender la identidad como un resultado en constante mutación.