El recuerdo de algo vivido
Un deseo insatisfecho
Una obsesión
Un dolor
Una imagen, una situación, un personaje que nos sorprende o nos fascina, que nos inquieta o nos preocupa, pueden constituir el impulso y la mejor materia prima para construir un cuento, porque nos afectan, nos involucran, nos desordenan, nos movilizan, nos crean una necesidad vital de reordenar mediante el lenguaje, los elementos de ese suceso para recuperar un equilibrio.
Es entonces la vivencia que nos produce un suceso, con lo que empezamos a trabajar, es nuestra semilla germinada.
Lo primero es dejar que esa VIVENCIA, SEA; cuidarla, liberarla, dejarla que crezca, que se ramifique, que nos invada, que se expanda revelando sus componentes, sus secretos, sus matices, aquello que produce su fuerza, su poder para desordenarnos; estar abiertos, sin juicios a recibir lo que venga con el conocimiento de esa vivencia, quizá dolor, culpa, vergüenza o nostalgia.
Durante ese proceso y sobre todo en las etapas subsecuentes, nuestra actitud debe ser receptiva, pero vigilante; de serena mirada sobre lo que nos vulversa. Nuestro voyerismo debe aplicarse a todo lo que vemos en el exterior, pero principalmente a lo que percibimos en nosotros mismos.
Lo importante de esta primera etapa es la apropiación cognoscitiva de nuestras emociones, para poder luego manejarlas, decodificarlas, jugar con sus componentes, pudiendo desordenarlos y reorganizarlos de distintas formas, sin que pierdan su cohesión, su significado y sobre todo su fuerza movilizadora.
Después se inicia el trabajo propiamente literario:
Se escribe de un tirón inicial lo que salga, sin cuidar formas gramaticales, ni precisiones, ni estilo, aún si resultan cosas que parecen absurdas o incoherentes.
Una vez arrojado el contenido, ya codificado en palabras, se trata ahora de desarrollar la historia, crear y ubicar los incidentes y modelar la forma, analizando cada frase con
la mayor objetividad y distancia, de tal manera que sea lo más clara, sintética, contundente y eficaz para comunicar la sucesión de hechos que acaben provocando en el lector la vivencia de que partimos.
ALGUNOS “TIPS” POSIBLES:
La estructura, así como el punto de inicio del cuento (principio cronológico de la historia, a mitad de esta o por el final ), se definen en función de la mayor eficacia para comunicar el contenido. Lo mismo se puede decir de la elección del narrador: omnisciente o no; en primera, segunda o tercera persona.
La primera y última frases son determinantes: La primera engancha o no, el interés del lector. El cierre puede ser conclusivo o abierto, pero debe ser contundente, independientemente de que sea o no sorpresivo.
Una vez trazada la historia, atravesar sus etapas lo más económicamente posible. Emplear sólo las frases indispensables. Cada palabra debe agregar información y/o acción.
Buscar de manera continua otra forma de decir las cosas, otras palabras, otras imágenes. Debemos huir de los lugares comunes tanto en el lenguaje como en los puntos de vista. Todo lo que podamos comunicar es ya sabido, lo importante es la otra mirada fresca, nueva, si posible sorpresiva, que logremos tenga el lector sobre el suceso.
Elegir un tono y ser consecuente con él a lo largo de la historia. El uso del medio tono puede ser eficaz cuando se quiere evitar situaciones y desenlaces melodramáticos. El medio tono convoca también a la imaginación del lector y lo induce a completar lo “no dicho” con asociaciones vinculadas a emociones y pensamientos propios.
No ser exhaustivo en las descripciones; no decirlo todo, hablar un poco a medias, para que el lector participe completando los “puntos suspensivos” que vamos dejando.
Implicitar la existencia de otra historia que a penas asoma a través de la nuestra.
Aunque el cuento es por naturaleza corto, cuando las historias se centran en los personajes, es necesario mostrar su complejidad, sus contradicciones y su evolución a partir de las acciones que van emprendiendo o las decisiones que toman en las situaciones que enfrentan.
Aún si decimos pocas cosas de los personajes, tenemos que conocerlos muy a fondo. Sólo así elegiremos lo esencial de ellos. Se requiere investigar y definir los antecedentes y las características de los personajes, así como de las situaciones que viven. Mientras más información tengamos sobre ellos y sepamos guardarles algunos secretos, más vivos e interesantes serán los personajes y más verosimilitud tendrá el relato.
Ya escrita la historia, las tijeras son las mejores amigas de la calidad, el ritmo y la contundencia. Sin embargo, es necesario entrenarse en su manejo para eliminar sin lamentaciones, culpas o temores, todo lo que no sea indispensable para dejar sembrada en el lector la semilla germinada de nuestra vivencia inicial, pero saber detenerse para no mutilar lo esencial de la trama, la estructura o la ambientación.
Todas las normas aquí establecidas pueden ser violadas o ignoradas si se tienen motivos para ello o simplemente se piensa distinto.
La vainilla es opcional.