Nunca escribí poesía, sólo ficciones.
Inventé el amor como debe ser:
en la borrachera nocturna de Baires.
Te creí enorme, volátil, valiente.
Y sólo eres el loco de la esquina que maldice entre dientes.
Inventé un nombre para unirme a ti, en este mundo intangible.
Lo rompiste, el miedo al vínculo,
–amores líquidos- diría Bauman-.
Cerraste la puerta y tú eras el último de mis corazones,
y no hay nada, nunca lo hubo.
Sólo fuiste una adicción que me hacía delirar
creer en el otro mundo, ese del sur.
Por eso me deshago del santo y seña que me llevaban a ti,
giro mi ruta azarosamente, acorde al tiempo suicida,
nada queda ya, ninguna esquina para la magia.
Y me despedí como cualquier día más.
Sabiendo que nunca más.
Que ya no existes.
Que ya no iré.