Barrio de La Boca
Lo indispensable es quitarse el miedo de encima para entrar a cualquier parte del mundo que lleve el mote de bravo y además se le agregue la palabra barrio. Conocido por su equipo campeón de todo, que lleva los colores del primer buque llegado a esa esquina del Río de la Plata, La Boca tiene grabada su historia en cada uno de sus muros y sus calles. En la puerta 10 del estadio hay una leyenda que resume el sentimiento de los originarios del lugar: “A los fundadores y a la gente; a los artistas y a los ídolos; al tango y al fútbol que hicieron de La Boca un destino y un mito”…
La memoria y los agradecimientos no culminan ahí; rodeando el estadio, pegado a las vías del tren que pasan por a un costado, las paredes del inmueble son un homenaje a los antes mencionados, y al día a día de los obreros, de su gente. Rostros sin otra expresión en la cara que la forjada en el esfuerzo, y el trabajo constante de frente al sol. Bajando un poco más en el barrio, hay un reconocimiento de la municipalidad de la ciudad, al primer cuerpo de bomberos voluntario de la república Argentina, que nació ahí, en el año de 1884, reforzando aquella creencia que para saber dar, a veces, las más, hay que carecer.
Algo que queda claro, es que para vivir en cualquier barrio, hay que ganarse un lugar, trabajar y demostrar ser uno más de la tribu; o gozar del “privilegio” de haber nacido ahí. Mientras le compraba un pancho (pan con salchicha roja en aceite de olivo) a un chico, y éste terminó de cobrarme, me di la vuelta y alcancé a escuchar que se dirigía a alguien más, diciéndole: “¡para, vos! ¿¡Acaso querés robarle a un mexicano!?” Me hizo pensar en la posibilidad de que la lealtad y la solidaridad son valores supremos dentro de los barrios del mundo. Quizás esto último pudiera explicar una duda que tenía un comentarista deportivo mexicano al momento de tratar de entender que les decían o les daban a los futbolistas que habían pasado por las filas de Boca Juniors que “todos siempre quieren y terminan regresando al club”. El orgullo y el amor por éste, es desmedido y se palpa cuando se entabla platica con ellos, con los oriundos.
Don Benito Quinquela Martín, uno de los pintores más populares de la Argentina, decía: “Cuanto hice y cuando conseguí, a mi barrio se lo debo. De ahí el impulso irrefrenable que inspiró mis fundaciones. Por eso mis donaciones no las considero tales, sino como devoluciones. Le devolví a mi barrio buena parte de lo que él me hizo ganar con el arte”. El pintor fundó escuelas para la superación de la gente, y ésta con el paso del tiempo le dedico una estatua, a las faldas del puerto, sobre El Caminito, el lugar en el que se hacinaron los migrantes italianos a su llegada. Hoy El Caminito está coloreado con múltiples colores, pero su arquitectura se mantiene intacta: casitas de madera y lamina, y en el mejor de los casos con techos de asbesto. El piso de las viviendas está separado del suelo cuando menos 50 centímetros, debido a que años atrás, en sus inicios, las aguas alcanzaban a las calles improvisadas.
La Boca tiene sus mafias, y voces fuera de ella, sugieren que la carencia, la pobreza del lugar, se ha convertido en algo comerciable, porque si bien es cierto que la mayor parte del grueso de la población en estos lugares sobrevive con lo mínimo, de igual manera lo es, que hay quienes ostentan recursos muy por encima de sus apariencias. “Éste siempre ha sido el barrio más humilde de la ciudad, el más pobre, y el que hasta el día de hoy, sigue conservándose a pesar del paso del tiempo. Mucho tiene que ver la gente del estadio, que ha peleado porque así sea. La ciudad también ha dado su apoyo para que La Boca siga siendo lo que es”, explica una una artesana que nació en el barrio.
Hay una reflexión a los pies de la estatua de Don Benito, que espera ser contaba desde el Río de la Plata: “Los hombres no valen por lo que tienen, ni siquiera por lo que son, valen por lo que dan”.