Prends-moi par la main,
C´est pour toi si facile,
Ange, tu es le chemin
même en étant immobile.
(Rilke)
La niña se baña.
Se baña la niña con agua azul y con un trozo de espacio.
Recarga su cabeza y sus ojos en el golpe del mosaico.
Se desprende una pestaña, se desliza por el brazo
y se pierde entre tantas gotas.
La niña se baña.
Se esconde la niña Azul entre los zurcos de sus dedos.
La pierna izquierda se desliza en el agua hirviente,
se afloja como el desmayo.
Alargada en sombra desaparece por la alcantarilla.
La niña coja piensa con la frente incrustada en los brazos.
Las ventanas de esta urbe, niña Ángela, se abren por la noche cuando los neones brillan en un horizonte metálico lleno de fuegos fatuos. Los volúmenes de los hombres se entrelazan en estas calles que pisas y que están llenas de grises. Mudas. Terriblemente mudas.
Reconozco el oriente y el oeste como cardines de las sombras. Les he advertido en la trayectoria irregular de los suspiros. Yo trazo siluetas de aquellos que han muerto sobre el pavimento y lo hago con tiza. De manera silente y reverencial.
Niña ojos de cabra. En tu mundo los cuerpos no se esparcen desgranados sobre planos de cemento. En tu mundo, mujer de grandes ojos, se aglomeran recuerdos y se reconstruyen sombras. Se huele el sudor del desaparecido. Se besan las manos que se han deseado. Se engalanan los momentos recobrados. Ángel de la memoria, en estas losas han rodado mis ojos destrozados por el olvido.
La niña se baña.
Se baña la niña. Su hombro perlado de lluvia.
Sobre este mira cuando se desvanece el vapor
de lo que fuera una espalda hirviente y nalgas entumecidas.
Todo lo hurta una corriente de aire por la ventana.
Tic,tac,tic. ¿Reconoces el tiempo, Ángela? Tic, tac, tic. Es el de los hombres en aquella noche en la que quedaron cegados por el golpe de una luz neón en sus retinas. Cayeron de espaldas. Cada cabeza dió ¿uno? ¿dos? ¿quizás tres golpes hacia el oriente? Uno, dos tres. Tic, tac, tic. Los cuerpos se desprendieron del asfalto mojado y giraron hacia los confusos sonidos propagados rumbo al oeste.
Llueve. Por instantes se descubren en la oscuridad las pequeñas gotas que lamen las luces de los automóviles. Llegan los pechos blindados, las insignias y los crujidos sedosos de rodillas de nylon que se doblan frente a su cara.
– ¿Quién es este?, se oye una voz cualquiera en la lluvia. Click un bolígrafo y se abre una libreta: Las luces parpadean entre los cuerpos inclinados: amarillo y rojo.
Rojo/Rojo/Rojo: todos ellos de bruces. Hincada la frente en sus brazos, los silenciados dan un abrazo a la tierra. Su sombra sanguinolienta está destrozada en los arbustos. Arbustos que han desgarrado el alcance de sus manos. Pobres manos. Húndase raíces sedientas de reclamo.
– ¿Quién es este?/ ¿Quién es este?/ ¿Quién es este?
Son Icaros heridos y desdibujados, señores. ¿Acaso no les reconocen? Icaros nacido del fuego. Seres sedientos de ti, de aquel y de todos. Destinados a los sueños y sepultados en el fondo de una quimera. (Silencio). Todos ellos yacen boca abajo escupiendo trozos de alma y agua salada. Niña de mis ojos, bella Ángela. ¿Serás capaz de reconocer la agonía del tiempo?
La niña se baña.
Se enjuaga la sombra y los espacios interdigitales.
Reclina sus sonidos, su risa, su llanto y los cubre de espuma.
Se interna entre las gots que se multiplican y se dividen.
Ahuyenta su golpe infinito.
Tic, tac, tic. Tu y yo nos asomamos por la ventana en una noche como ésta y como las que tu seguirás reconstruyendo. Somos libres de llevar las palabras que nos placen. Pero tantos ecos las confunden. Es el balamido de la tierra. Ha dispersado a aquellos que construían hacia el cielo las torres de sus esperanzas. Entre los escombros de ladrillos y de la orgamaza se lee un destino: debemos enmudecer de cansancio.
La niña se baña, se baña la niña.
Se extiende su asombro por el trozo de espacio.
Los ritmos se desencajan de las paredes.
Silencio. La niña se arropa.
¡Fiuuuu! y desaparece por la ventana.
Vuela el Icaro caído por el espacio silente. Recoge su cuerpo, Ángela amada. Recógele como otra sombra en tu regazo y arrúllale bajo tus sendas teñidas de árboles. Reúnele con mi gente en esa que es la tierra mía y que renace. Dale cobijo con tu sed de reencuentros.
La niña se baña.
Se baña la niña con agua azul y un trozo de espacio.