“La cultura es un saber del que no tiene uno que acordarse, fluye espontáneamente”
Diógenes
Luis Enrique González Castro
Actualmente en nuestra sociedad existe una tendencia progresiva por la cultura, situación que nos invita a reflexionar: ¿Qué se entiende por cultura? ¿Quién define la cultura?
Esto sale a colación, porque cuántas veces no hemos escuchado de nuestras familias, nuestros amigos, conocidos o cercanos, expresiones como “Carlos es muy inteligente, porque es muy culto”, “el policía es un inculto”, “es un documental cultural” y “en su comportamiento, se nota su poca cultura”. Este concepto ha sido tan llevado y traído, tan popular como abstracto y se emplea habitualmente en contextos diversos, adquiriendo en cada uno de ellos sentidos muy diferentes, difícilmente concatenables entre sí.
La cultura es tan antigua como la humanidad, y siempre la reflexión está en función de la interpretación, situación que se torna compleja. En consecuencia se ha buscado consolidar a través de diversos estudios, definiciones que homologuen el criterio para entender el concepto. Existen esfuerzos que han sido avalados por organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en ingles), que establece “la cultura puede considerarse, como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o grupo social. Ello engloba, además de las artes y letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los valores, tradiciones y creencias”.
Lo anterior puede sonar escueto y simple, poco cohesionador del colectivo, por lo que haremos una breve, pero no menos importante, revisión de los mitos de la cultura y sus agravantes; con la inquietud de traer a la palestra un punto de vista más, que aporte a la discusión y enriquezca el debate.
Para definir con precisión, el término es complejo, por ende es necesario que hagamos algunas aclaraciones; en primer lugar es importante definir o explicar “¿qué es?”, por tanto implica el conocimiento, aunque no sea exhaustivo. En la antigüedad griega no había un concepto que abarcara lo que hoy entendemos por cultura. En la visión clásica griega, los términos que se consideraban acerca de lo que entendemos por cultura eran physis, techne y nomos. La physis son los seres que existen por naturaleza, la techne y el nomos son fruto de la acción humana y usos de la inteligencia.
Por lo anterior, la palabra cultura no tiene origen en la lengua griega. Su origen deviene del verbo latino (colere- cultivar), que puede considerar tres sentidos: el físico (la acción de cultivar la tierra), el ético (cultivar el ideal) y el religioso (dar culto a Dios).
Con la creciente necesidad por definir el término, Alfred Kroeber, antropólogo, y Clyde Kluckhohn, sociólogo, se especializaron en encontrar el origen epistémico de la palabra, logrando así una amplia compilación bibliográfica y muchas concepciones, pero éstas refieren principalmente a ejemplos etnográficos, concretos y un tanto sesgados.
Franz Boas, antropólogo no tan reconocido, asevera: “la cultura incluye todas las manifestaciones de los hábitos sociales de una comunidad, las reacciones del individuo en la medida en que se ven afectadas por las costumbres del grupo en el que vive, y los productos de las actividades humanas que se ven determinadas por dichas costumbres”, siendo esta visión más amplia que la de sus colegas que acuñaban visiones muy rígidas.
Bronislaw Malinowsky, desde la perspectiva europea, sostiene que “la cultura consta de la masa de bienes e instrumentos, así como de las costumbres y hábitos corporales o mentales que funcionan directa o indirectamente para satisfacer las necesidades humanas. La cultura es una unidad bien organizada que se divide en dos aspectos fundamentales: una masa de artefactos y un sistema de costumbres”. Con lo anterior, se interpreta al ente sobre el colectivo, entendiendo que la construcción de la masa sólo es la consecuencia de las costumbres de los entes; quizá esta perspectiva es la más cercana a la práctica.
Después de hacer una revisión rápida de los diferentes enfoques que se acuñaron históricamente, revisemos las acepciones más usuales del término en nuestros días. Ésta se utiliza en ocasiones para designar un conjunto de conocimientos que deberían poseer quienes pertenecen a un grupo social. En otras ocasiones, cuando se habla de cultura, no sólo se alude en términos cuantitativos de los conocimientos que se posee, sino que se designa la participación vital del ente en esos conocimientos, lo que supone cierta capacidad crítica y asimilación interior. También se utiliza el término para referirse a un tipo de conocimientos, formas de expresión, actividades más sofisticadas, que no son estrictamente necesarias para la supervivencia biológica pero que confieren a la vida humana un toque de distinción, muchas ocasiones se certifica que alguien posee una gran cultura cuando entiende de música clásica, de estilos arquitectónicos, o literarios entre muchos valores existentes.
La cultura se considera así un pequeño lujo intelectual que alguien se puede permitir cuando sus necesidades más elementales están cubiertas; pero las actividades que realizamos en todo momento no son otra cosa que expresiones culturales y no habría cultura si no existiesen los hombres, y tampoco existirían seres humanos sin cultura, porque el hombre la necesita para sobrevivir biológicamente y para desarrollarse de acuerdo con su naturaleza.
Y como Cronopio lo establece, siempre estamos al margen de lo común, y en esta ardua labor por propagar la cultura de los que siempre están y no se ven, dedicamos un espacio para divulgar el entorno de los otros no tan famosos acuñadores de cultura.
Aléjate …
Aléjate mientras puedas,
el tiempo no ha corrido, aún no es tarde para ti,
corre, no mires hacia atrás…
que con cara de inocencia te habré de mirar…
Aléjate, te lo pido, no te quiero lastimar,
demonios y ángeles, juntos no pueden estar,
tápate los oídos, ignora mis llamados,
que si los obedeces, te iré a lastimar…
Cierra tus ojos, y corre como nunca,
que si lo dudas, yo te puedo alcanzar,
escucha mi advertencia, ángel de mi vida
y si realmente me quieres… déjame atrás…
¡No te detengas, te he dicho!
Huye mientras tus ojos vean la claridad,
aléjate de las tinieblas, que son mi morada,
ve por donde el camino sea como tú;
llena de luz y esperanza,
llena de fuerzas y de vigor;
este demonio está condenado
a mantenerse por siempre…
… en su solitaria prisión…
No rompas las cadenas, que son tú única salvación.
Te pido que te marches, ya cumpliste tu misión,
diste esperanzas a este demonio,
ahora vete, no voltees la mirada
que lo único que quiero es…
“El poeta urbano”
Eduardo Tonatiuh Guevara A.