En la Ciudad de México operan cuatro de las más respetadas firmas de consultoría en el ramo de investigación social. Tengo la fortuna de colaborar en la mejor. Mis hallazgos son presentados en los principales foros mundiales y como regla general, tienen eco y producen impacto; mi nivel de influencia es alto, la información que produzco coadyuva a la toma de decisiones sobre temas torales en, y para, la sociedad mexicana. Por ello, soy meticulosa en extremo, en el diseño de mis investigaciones, de mis modelos, en la recolección de datos, en el análisis e interpretación de los mismos, en la expresión de los resultados, de las conclusiones y las sugerencias. Esta concepción del trabajo me garantiza, que aún en el extremo caso de verme obligada a mentir, mis mentiras se sostendrán. Sin embargo, esta vez no estoy segura sobre el enfoque con el que debería comunicar los hallazgos de mi último estudio: “Diferentes ingresos, diferentes visiones de la vida”.
Me ha resultado muy útil esta tarde confrontar mis ideas con Iker, mi esposo. Mientras nos cocinaba una pasta, receta de su mamá, —amo verlo con su delantal puesto, no puedo dejar de mirarlo—, me relataba sus hallazgos. <<De las mujeres entrevistadas en tu estudio, consideré únicamente las respuestas de 4 de ellas>>, me dijo. El criterio que utilizó para seleccionar a estas 4 mujeres, fue el ingreso anual, esto es, la cantidad de dinero que ganan en un año. La primera mujer seleccionada gana 10 millones de pesos; la segunda: casi 1 millón de pesos; la tercera: 450,000 pesos; la cuarta: 240, 000 pesos. La conclusión a la que llegó Iker me dejó helada, pues en términos generales es la misma a la cual yo llegué; sin embargo, el utilizó su pragmatismo, su feeling; mientras yo utilicé métodos cuantitativos, paramétricos y estadísticos. Distintos métodos, mismo resultado.
La primera mujer seleccionada vive en Bosques de las Lomas. Su ocupación se denomina “Broker”, que de forma muy general significa ser intermediaria entre personas —físicas y morales— e instituciones de ahorro, inversión y compra de acciones. Es soltera; con novio; vive sola. No es propietaria del inmueble donde vive, por el cual paga 100,000 pesos de renta mensual. No acostumbra hacer presupuestos con su dinero. Lo que gasta en comida es muy variable pues cuando come con clientes, ella paga; casi nunca come en casa. La encuestada afirmó: “No hay nada que quiera y no pueda comprar, y si lo hubiera, trabajaría más”. No planea ninguno de sus gastos corrientes, salvo las inversiones que hace en propiedades y su plan de retiro, aunque, no considera dejar de trabajar nunca. La mayoría de los días es feliz; en una escala de 1 a 10, 10. Nunca se preocupa por dinero.
La segunda mujer seleccionada vive en la colonia De Valle. Es médico cirujano y tiene un consultorio propio. Recientemente ha cumplido 14 años de matrimonio; madre de 2 hijos: de 12 y 6 años respectivamente. Actualmente pagan —ella y su esposo— una hipoteca: el valor comercial de su casa es de 5 millones de pesos. Le es complicado manejar el presupuesto familiar y en general gastan gran parte de lo que ganan, lo cual incluye el colegio de sus hijos. El gasto familiar en alimentos es de alrededor de 4,000 pesos a la semana. No existe nada que necesite y no pueda comprar; sin embargo, le gustaría estar más tiempo con su familia y, dejar de trabajar es un lujo que no puede permitirse. Su deuda en tarjetas de crédito es de 200,000 pesos en total, y cuenta con un plan de retiro. No se visualiza dejando de trabajar. Rara vez se preocupa por el dinero. La mayoría de los días es feliz; los peores días de su vida los califica con un 8 donde 10 es la máxima calificación.
La tercera mujer seleccionada vive en la colonia Anáhuac. Estudió la carrera de Comunicación y trabaja en una empresa grande, en un área relacionada con sus estudios. Está casada y tiene dos hijos —de 5 y 2 años respectivamente—. Su esposo labora en el sector público. Ambos comparten los gastos y tienen una hipoteca de menos de 2 millones de pesos. El presupuesto es calculado de forma muy rigurosa, para periodos de 15 días. Gastan alrededor de 1,500 pesos en alimentos a la semana. Existen muy pocas cosas que quisiera comprar y que no puede pagar —“un viaje a Alaska”—. Le gustaría laborar menos horas, pero es leal y agradecida con la empresa que le da trabajo. No tiene plan de retiro pues la empresa les otorga uno, a cada uno de sus empleados. A veces se preocupa por el dinero. La mayor parte de los días es feliz; los peores momentos los califica con un 7, donde 10 es la máxima calificación.
La cuarta mujer vive en la colonia Agrícola Oriental. Estudió un par de semestres de la carrera de Contador público, la cual abandonó para estudiar estilismo —corta y arregla el cabello—. Es divorciada desde hace 4 años; tiene 2 hijos: de 7 y 4 años respectivamente. A pesar de tener ella la custodia total de los niños, su ex esposo constantemente solicita más tiempo con ellos, lo cual provoca constantes altercados y citas con abogados y jueces. Es beneficiaria de un programa social que le da casa en renta por una suma muy baja. Asimismo está inscrita en innumerables programas sociales para ellas y para sus hijos. Sus gastos e ingresos los presupuesta, pero jamás alcanza el dinero, a pesar de que recibe pensión alimenticia. El gasto en comida es de 1,000 pesos a la semana. Existen muchas cosas que quisiera comprar y muchas cosas que no tiene y quiere. Durante muchos días se preocupa por el dinero. Todos los días es feliz, sobretodo, cuando está con sus hijos y “la abrazan”; por tanto califica con 9 o 10 a casi todos los días de su vida.
—Johana, sin importar su condición social, ingresos, estudios, familia y, un largo etcétera, la mayoría de las mujeres son felices. Aunque, esa felicidad es muy frágil, dado que pueden suceder cosas fuera de su control en el futuro, eligen vivir un “presente” de felicidad, — me dice Iker y, de acuerdo a los datos, coincido con él. Pienso sobre que decir en mi ponencia, en la entrega de resultados, pues la firma de consultoría donde trabajo espera que yo afirme, que las mujeres del estudio son infelices, y con ello, justificar un plan de acción para vendérselo al gobierno. Es un dilema ético y moral.
Ciudad de México,mayo de 2016.