Medellín – Colombia
Hoy mi billetera se parce un poco a la vida en general, guardo algunas monedas que casi siempre uso al regresar a casa, mientras me encuentro con un antiguo teléfono publico en el que deposito algunos pesos que usaremos algún día, de cierto modo, como cuando reposan los recuerdos en algún baúl o sobre, para gastarlos de nuevo, cuando ya seamos más fuertes, más sensibles y un poco más sensatos.
En otro bolsillo están las fotos de Miguel ¿Quién no lleva una foto de alguien importante en su billetera? Hay tres suyas de diferentes momentos, de nuevo los recuerdos se guardan como algo sagrado, son como un espejo en el que nos miramos a través del tiempo, a veces más jóvenes, a veces más viejos.
Entre las tarjetas aparece la de una librería tan mágica como su nombre, la de un asesor bancario y la de un estilista, vaya metáfora ésta la de mi billetera ¿Qué pueden tener en común un librero, un asesor y un estilista? Es simple me respondo, tienen en común íntimos y fuertes momentos: los de la sabiduría, los de la bancarrota y los del maquillaje. Encuentro una tarjeta vieja que no sé por qué conservo y creo que se parece un poco a nuestra esencia, somos instantes, tiempos y pensamientos caminando por ahí, pero hay algo dentro de cada uno que no muere, que no logra transformarse ni visitando al mejor de los estilistas, cada quien sabrá de qué trata su lucha contra el tiempo.
Increíble pero llevo un imán, tal vez olvidé dejarlo en mi nevera, pero recuerdo que alguien me enseñó un día, solo por precaución y acudiendo a primeros auxilios la importancia de poner un imán sobre una herida, entonces lo conservo y de inmediato recuerdo que sí existe una herida y que no sé por cuánto tiempo llevaré el imán.
Guardo un recibo, no logro ver casi nada en él, de lo que consumí, de lo que pagué, TOTAL que es lo único que leo, ya no servirá para nada como todo aquello que hemos rechazado y olvidado, seremos un día como ese papel, ya nadie podrá vernos, no habrán recuerdos y no seremos importantes, pasarán las horas y los papeles y aparecerá la nostalgia por lo que ya no puede recordarse.
Resulta que llevo un calendario viejo, al parecer la dinámica del tiempo nos recuerda todo lo que ya no somos, eso es todo, más un par de documentos para probarle al mundo que yo soy yo, y entonces sí creo que la billetera se parece un poco a la vida, especialmente por esa tarea tan absurda de probarnos que sí somos lo que somos a nosotros mismos.