A quel baño de luz líquida, luz de ópalo y manzana. Luz de luz Giannina, baño de oro en tu espalda, en tu piel dorada, en tu cabellera trenzada. Rememorando el paisaje de tu cuerpo desnudo en el pulso de la tarde. Abierto a la vigilia, a los pensamientos sofocados de silencio. Luz ámbar atrapada en la vegetación olorosa a sándalo de tu sexo. Luz trémula Giannina, claridad que me acompaña siempre, esplendor inverosímil en tus manos, en la pulpa de tus pechos, en el incendio de tus cabellos rojos. Luz de luz Gianinna, luz vidriada en tus párpados, en tus pupilas, en el bisel de tu mirada. De por vida Giannina entregado a ti en el perfil ligero y pálido de tu nariz, en la tenue densidad de tus labios, en la confluencia polinizada de tu abrazo.