Encuentro

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Los hijos que nunca tuve, Bruno Bresani. Dentro del marco del Festival Internacional Foto México 2015

En el atrio de la iglesia de La Merced.

SIETELEGUAS: Quihobo mi buen curásico, casi no lo reconocía. Trepado en el púlpito se ve usté bien grandote, hasta le impone a uno, y mire lo chiquitito que es.

CURA: ¡Qué milagro Sieteleguas! Bienvenido. Desde el Día de Todos los Santos no te hemos visto por la iglesia. Se te extraña.

SIETELEGUAS: Pos ahí nomás pasé a echarle una rezadita y también su regañada a mi santito, porque como que me anda jugando chueco.

CURA: No hables así de nuestros santos, te pueden castigar. La paciencia, aun la de los santos, tiene un límite. Supe que estuviste en prisión, pero eso no se lo puedes adjudicar a ningún santo, eso se lo debes a tus malas acciones. Si no es indiscreción, ¿de cuál santo eres más devoto?

SIETELEGUAS: Pos ora sí que mi mero santo es San Juanito, ése al que le mocharon la cabeza por coscolino.

CURA: ¡Te prohíbo expresarte así! Seguramente te refieres a San Juan Bautista, quien fue martirizado por Herodes. ¿Siquiera conoces su historia?

SIETELEGUAS: ¡Cómo no! Pero no es como usté la cuenta.

CURA: ¿Y cómo es entonces?

SIETELEGUAS:¿Pa’qué le digo?, va a empezar a criticarme. Se la pasa interrumpiendo y ni lo deja acabar a uno.

CURA: Está bien, quiero saber lo que has comprendido. Dime.

SIETELEGUAS: Conste… La neta es que una vieja que tenía nombre de danzón… ¿cómo era?… Sí… Salomé… Salomé se llamaba. Pos ésa le traía ganas al santito Juan, se lo quería tirar, pa’acabar pronto, y le rogaba, pero Juanito no quería. A saber por qué; dicen que estaba bien buena la ruca y bailaba como diosa. Será que Juan ya andaba queriendo ser santito y se aguantaba. “Siquiera un beso”, le pedía ella, “sólo un beso…”. Pero aquél, que no y que no. La otra se encabronó y dijo: “Pos ora sí que si no por amor… a güevo”.

Ella tenía un su padrastro ricachón, el tal Herodes. Ése bien que le traía ganas a la Salomé, y le encantaba echarse puñetas de ojo viéndola moverse como serpiente al bailar con sus velos transparentes así, casi encuerada.

Una vez, ella se hacía la remolona y no quería. Herodes, supercaliente, le ofreció lo que quisiera, cualquier cosa, con tal de que le bailara… y entons se le ocurrió… ¡vea nomás!, ¡ése sí era amor! En vez de pedir joyas, oro o palacios, pidió que le mocharan la cabeza a Juan, pa’ poderlo besar así, tranquila, hasta cansarse, sin que el otro saliera con su “que no y que no”.

Herodes, sacadísimo de onda, le dijo que mejor le daba el oro, las joyas, el castillo, lo que quisiera, pero eso por favorcito no.   Ella, caprichuda como todas las viejas, se entercó y pos ya le había bailado y él había dado su palabra de rey, tons no le quedó de otra. Sus guaruras, en un camino, agarraron a Juan, que venía de hacer bautizos en el río, y así nomás, de un espadazo le mocharon la cabeza y se la llevaron a Salomé, todavía calientita, en una charola de plata.

La muy cabrona, temblando toda, la alzó y antes de besarla le dijo: “¿No que no?”.

Acerca de Rosamarta Fernández

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