México, un país de 119,530,723 habitantes según el último censo de 2015 del Inegi; la sociedad mexicana ha vivido en una encrucijada, debido a que hemos sido testigos de acontecimientos de diferentes tonalidades, y estos han tenido un fuerte impacto en el ánimo y estabilidad social. Teóricamente nuestro país cuenta con capacidades y condiciones para reducir impactos y vulnerabilidades generados por la crisis de cualquier índole. La versión oficialista permanentemente ha cacareado la estructura estatal, diciéndonos que a partir de la democracia, la libertad de expresión y la tolerancia, México cuenta con un tejido social robusto y con capacidad de reconstruirse ante cualquier adversidad.
Pero empecemos por entender que es el tejido social; según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), es el conjunto de redes personales, categoriales, estructurales, forma¬les y funcionales, de iniciativas o asociativas y mixtas o inter sistémicas, que constituyen un activo para los individuos y la sociedad pues les permite ampliar sus opciones y oportunidades para mejorar su calidad de vida. La sociedad existe como tejido social de sus ciudadanos y ciudadanas.
Las crisis generalmente causan conflictos, divisiones, fracturas e impactos en las personas y las relaciones que se construyen. Estas crisis pueden generan graves fracturas en los valores del tejido social que le permite a los colectivos vivir en sociedad. Lo simbólico o intocable en una sociedad, permite dotar de sentido la relación con el entorno, con el tiempo y con los otros.
Las consecuencias más dramáticas se encuentran, por un lado, en la destrucción de las pautas socioculturales que regulan las relaciones y el hacer colectivo en su territorio, es decir la forma de habitarlo, de producir e intercambiar, de ser, tener, hacer y estar. Lo anterior cambia el contexto ambiental, económico, social y político y se afectan los procesos de organización y participación en los escenarios colectivos. En ocasiones esta fractura del tejido social lacera las confianzas entre los habitantes, genera distanciamientos y polarizaciones, por ende se vuelve un tejido poroso y en consecuencia se genera una destrucción parcial o total. A partir de aquí, se generan hechos que conllevan a la migración, y con este, a la pérdida de identidad.
México tiene una sociedad que ha arrastrado por generaciones, profundos conflictos y complejos sociales, económicos, políticos, culturales y en muchas ocasiones armados; los mexicanos ven a sus similares, como perdedor, como su rival, como su competencia y como posible agresor del que debe defenderse, protegerse y, si fuera necesario agredir para poder seguir adelante en la supervivencia.
Las comunidades marginadas y excluidas, han aprendido a desconfiar de las instituciones que nacieron para su servicio, las ven como estructuras opresoras, han aprendido a desconfiar de sus gobernantes y su relación con ellos empieza a basarse en la relaciones de tipo qué necesita de mi a cambio de qué.Muchos sociólogos hablan que cuando las condiciones sociales no son aptas para la convivencia hay una descomposición social, pero en el caso de México ¿alguna vez hubo un tejido social compuesto?. En México los políticos utilizan el concepto de tejido social descompuesto, como estrategia electoral, pero en realidad ese concepto es una metáfora conservadora, que interpretan de la siguiente manera, El Estado dejó de ser paternalista y no asume su responsabilidad de macho jefe de hogar, condenando así a la sociedad a una orfandad en la que no se basta a sí misma para sobrevivir. La iglesia y grupos de derecha, lo interpretan como pérdida de valores. Los grupos de izquierda la usan como muletilla cada vez que tienen que dar un discurso o redactar una nota, declarar en contra del gobernante. La descomposición suena bien, suena razonable, suena creíble, es verosímil, especialmente si se añade la frase El Pueblo unido, jamás será vencido!!!Pero la realidad nos alcanza y muestra que en México cada vez hay índices de mayor criminalidad, para muestra el estado de Colima, que en 2008 ocupaba el lugar 25 en homicidios dolosos, en el primer semestre del 2016 se ubica en la primera posición, superando a Sinaloa, Guerrero y Morelos, que son de los estados más violentos. La falta de oportunidad laboral con salarios dignos y la falta de espacios educativos transportaron el infierno a esa entidad.
El estado de derecho y la libertad de expresión son parte del discurso recurrente de los políticos, pero saltan a la luz abusos y matanzas como Tlatlaya, Ayotzinapa, Nochixtlan que se unen a las poco recordadas, pero nunca olvidadas, Cananea, los estudiantes de Chilpancingo en 1960, México 1968, el halconazo, Aguas Blancas, Acteal, San Fernando- Tamaulipas, Atenco, Wirikuta, Guarderia abc, entre otras.
El desarrollo educativo, está completamente rebasado con una Secretaría de Educación Pública, que quiere implementar una reforma laboral al magisterio, llamándola reforma educativa para así chantajearnos con que los infantes son la prioridad, y olvidan que los últimos índices de deserción en educación básica y media según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a la que pertenecemos, publicó, que en 2015, México ocupa el primer lugar en deserción. Por otro lado en la Educación Superior, la matricula de las universidades públicas cada vez es más corta y la demanda más alta. Lo cual genera que la educación termine por ser un espacio de élite, solo para unos cuantos.
Y de pilón, aprovechando que son días de competencias olímpicas y hay tantas críticas por la actuación de nuestros connacionales en Rio de Janeiro. Simplemente resta aplaudir a nuestros competidores, que con grandes falencias y muy poco apoyo compiten, y los resultados no son favorables con respecto al exitismo de las medallas. Pero hay que decir que el deporte es parte fundamental de la estructura educativa, por lo menos así lo ven las potencias deportivas. Y en México, el deporte se entiende como parte de un proyecto político a seis años, donde lo que se busca es ocupar las presidencias de federaciones deportivas, para el beneficio del gobierno en turno. Hay que ser realistas y aceptar que en México no hay proyectos a largo plazo y obviamente el deporte jamás será prioridad.
México tiene numerosos problemas que resolver, problemas que se han ido acumulando a través de varias décadas, y a los cuales no ha sido posible hallarles la adecuada solución. El problema fundamental de México, es hacer conciencia y advertir que lo que hoy pasa no es más o menos que antes, solo que como lo dijera Lázaro Cardenas, el factor colectivo es lo que cambia y solo ese factor aclara o empaña el panorama.