tomas asiento junto a mí
mientras por décima vez limpias tu rostro trasnochado
esa llama que cae cerca de nuestros pies
agita a los insectos del vaso
te despejas la frente que cubre tu cabello rojizo
y sirves más licor de caña
me ofreces mi cigarrillo
nuevamente hablas del orgullo que te arropa
de los lugares habitados de tu melancolía
esos sitios polvorientos
en que nada crece ni anda
como lo fue nuestra vida
me hablas de la necedad infranqueable
asocias la miseria y la muerte con la suerte
admiras el andar del perro flaco
que recogiste un invierno parecido a este
manoteas el aire templado de mi fumarola
te apoyas en la silla y resoplas
me quitas la mano que descubre lo indivisible
después tu rostro se endurece
repites el denuesto dirigido a mi ausencia
golpeas mi pálido rostro después de mirarlo
y preguntas por la cicatriz de mi ceja
mientras escupo mi nombre que trazaste en la tierra
me dices que terminaste por enterrar mi imagen
que perdiste la boleta de empeño de la sortija que te di
que en todas tus noches me deseaste la muerte
que arrojaste mis ropas al canal
que interrumpiste tu embarazo
que nunca supiste donde buscarme
tu amiga se despierta y te lleva hacia la casa
casi al llegar a la entrada me dice que me largue
busco el encendedor en el suelo
me guardo la cajetilla de tabaco
traspaso todo el licor en la botella de refresco
pienso que hasta ahora no he sabido regresar a tiempo