1
Querida Señorita Rho:
Acabo de descubrir,
con cierto desencanto,
que mi vida es una tragedia,
cada vez soy más normal;
y tú cada vez te pareces más
a la gente común.
La frontera nos ha agotado.
Dentro de poco
la tragedia de nuestra vida tendrá desenlace,
tú volverás con tu sonrisa al altiplano,
yo cosecharé olvidos e hijos huérfanos;
al final del día seremos iguales a todos,
raza de seres desesperanzados,
ciegos habitantes de la última estación del otoño.
En el escenario acabará la farsa y empezará lo absurdo.
Comprobaremos que la cotidianidad y la distancia
nos vuelve anónimos y ordinarios.
Querida señorita Rho,
la frontera se vuelve aburrida,
no podemos evitarlo.
Tenemos que huir.
2
Querida señorita Rho:
¿Recuerda cuando nos conocimos?
Éramos como adolescentes que jugaban a vivir.
Hasta que nos dimos cuenta
que la vida en la frontera es cruda,
la realidad nos desbalancea y nos hace vulnerables,
pesa más la vida, la muerte es volátil.
Nos mueven los silencios,
silencios oportunos
a la hora de las despedidas,
silencios que tratan de pasar desapercibidos
a la hora de hacerte el amor,
silencios tenues que se esconden
entre las sombras.
Descubrimos otra ciudad
caminando ebrios por las madrugadas,
apoyados en un amor de tránsfugas insolentes,
ebrios para poder soportar esa realidad
y platicar, otra vez, de la vida en la frontera
y la manera en que nos iba absorbiendo la irracionalidad.
La balanza se inclina hacia la muerte.
3
Querida señorita Rho:
El día de hoy preferiría hablarle
sobre el gozo con que recibí ayer sus palabras.
Los tonos brillantes de su voz
han ayudado a iluminar un poco la ciudad,
esta ciudad que se quedó esperando una primavera,
una ciudad que se perdió entre las mentiras oficiales,
una ciudad, simplemente, como todas las de la frontera.
En contraste, mi voz ha cambiado;
se desmorona a los suspiros
que has dejado colgados en la lámpara del buró,
enmudece ante las sabanas que conservan tu olor,
la casa aún te extraña,
las dionisiacas en mi recamara,
este año, serán en tu honor .
Tintinean las copas de los árboles
por la exhalación de tus palabras.
Querida señorita Rho:
Perfora con tu agitada respiración
la penumbra nocturna,
la luna se ha camuflajeado de silencio,
el diapasón de la lluvia imita este momento
y yo me recuesto en el lecho
que me tendieron tus palabras.
4
Querida señorita Rho:
Le comento que pronto levantaré,
nuevamente, mi barricada
y volveré a esperarla
en la esquina de la plaza
donde planeamos la revolución
que traería justicia a la república.
”Los enamorados al poder”
Llovió muy poco este verano
así que hay pocas lágrimas por repartir.
Los pasos y los caminos serán,
otra vez, para todos.
Para tener presente al invierno
cincelaremos algunas sombras en los muros.
Querida señorita Rho,
ya estoy terminando mi barricada.
5
Querida señorita Rho:
El viento ha perdido su fuerza
desde que usted dejó de soñar.
Ha dejado a mi realidad
en un tanque hastiado de nostalgia.
Ya es invierno y los árboles se negaron
a desprenderse de su follaje
porque de si ya se sienten desnudos sin tus miradas.
Señorita Rho la naturaleza la comienza a odiar.