E l viernes 28 de abril del año 2017, quizá a medio día, sostenía en mi mano izquierda un juguete llamado Hatchimal1 y en mi mano derecha un Lego para armar el Arco de Triunfo. Desde luego, en mi condición de padre divorciado clasemediero con aspiraciones de grandeza occidental prefería comprar el monumento a escala. Un movimiento descontrolado de mi brazo izquierdo provocó que el cable del lado derecho de mis audífonos se desconectara y mi música personal fue sustituida por la música ambiental de la juguetería. La canción que sonaba era interpretada con gran pasión por una mujer que muy a mi pesar no reconocí y bueno, me odio cuando tengo que recurrir a Shazam o cualquier app para obtener ayuda musical, sin embargo, la canción terminó y logré registrar la frase final que repetía la cantante en el coro de salida: I’m waiting for it, that green light, I want it. En poco tiempo ya escuchaba la versión digital de la canción, se trataba del primer sencillo del álbum por venir de Lorde: Melodrama. Quedé inmóvil y por mis dedos, por mis manos, por mis músculos, sentí el implacable avance de la tristeza. Sólo un par de personas han notado esa ligera pigmentación gris que toma mi piel cuando mi cuerpo ha sido conquistado. Mi ritmo cardiaco baja a menos de 25 pulsaciones. Si lograra llorar mi cuerpo sanaría, pero para que suceda tal cosa, faltarían algo más de diecisiete meses.
Como todos los viernes, pase a recoger a Gwendolín, mi hija, a su escuela, lo más temprano posible para disfrutar de la tarde juntos.
—Papi, no me haces caso, deja de ver tu teléfono— me decía, sin parar.
En algún momento del año 2013, empecé a observar el comportamiento del estado de Deyanira en Whatsapp en su forma más elemental y primitiva: esperaba a que estuviera “en línea” y de forma paralela cobijaba la esperanza de que ese estado se transformara en “escribiendo” (los gerundios en lo general están asociados con carencias, esta no es la excepción). Cuando los días se convirtieron en semanas y estas en inexorables meses y estos en definitivos años, Whatsapp se convirtió en una especie de fiel y silencioso compañero, porque, cada vez que Deyanira está “en línea” siento que está viva, que está presente, que está cerca, que quizá me pueda contactar. Es mi forma de comprobarla viva, activa, menos lejana, aunque cualquiera podría calificarme de acosador y soy muchas cosas, pero de acosador nada.
Ese viernes 28 de abril del año 2017 traté, como siempre, de ser y actuar de forma funcional y congruente, sobre todo en el tema de mi negocio (soy dueño de una importante Casa de Té), en el tema de las cosas que pago (me duele tirar el dinero a lo tonto) y en el tema de mi hija (me esfuerzo terriblemente para que no note que estoy deprimido, desgarrado y un poco a la deriva, porque mi amor se ha ido y sus pasos no se escuchan ya, acercándose a mi coche). Ese viernes 28, le entregué a Gwen su regalo anticipado del día del niño2 (y de la niña también), ya que el día 30 no estaría conmigo, sino de vuelta con Ida, su madre, mi ex-esposa, de quien me separé y después me divorcié y con quien comparto la custodia de nuestra niña.
Ese viernes, después de preparar la cena, jugamos un poco, nos lavamos los dientes juntos y leímos un cuento. Cuando Gwen quedó dormida besé su frente, salí de su recámara y me fui a la sala. Puse de fondo visual una película de Carl Theodor Dreyer: El amo de la casa. Pensé en iniciar una nueva lectura pero el libro de Ford Madox no lograba atraparme y con gran valor decidí no postergar más la escucha de la canción de Lorde y, tal como mi intuición me lo había dicho previamente en la tienda de juguetes, se trataba de una canción post rompimiento. La escuché decenas de veces, en un loop imparable. Observé que Deyanira estuvo t a las 22:30 por algo cercano a cinco minutos y después a las 23:47 por dos o tres segundos. Después no supe más, en algún momento me quedé dormido y soñé.
En mi sueño, Deyanira y yo asistíamos a una sala de conciertos. El resto de las butacas estaban ocupadas por personas en elegantes atuendos y en uno de los balcones, agitando su mano izquierda con claras intenciones de saludarnos, estaba sentada Lorde, quien después con su mano derecha señalaba el escenario, sobre el cual había una gran pantalla en donde era proyectada la insonorizada película: El amo de la casa. Los títulos de fondo negro y blancas letras que deberían contener los diálogos de la película eran sustituidos por fragmentos de la letra de la canción Green Light:
All those rumors, they have big teeth
Oh, they bite you
Thought you said that you would always be in love
But you’re not in love no more
Did it frighten you
How we kissed when we danced on the light up floor?
On the light up floor
Tal cual, se cansó de decírmelo Deyanira: siempre voy a quererte amar, pero no, ya no me ama más. Acaso ¿ama de nuevo a su esposo? Por casualidad ¿sabe él, su pinche esposo, que estuvimos tramitando su divorcio? El divorcio de Deyanira y su esposo, claro está, pero no, no está claro pues dijo que siempre me iba a amar y no es cierto. Y Lorde me entiende y entiende que es pasar por un rompimiento y… el poder de la música es total. No imagino un sólo instante de mi vida sin música, vivo y respiro con un soundtrack eterno acompañándome. Si tan solo pudiera llorar. No sé a bien que tan científico es este hecho, ignoro si existen datos empíricos que sostengan mi afirmación, pero afirmo y siento que en mis depresiones gano una cantidad cercana a un kilogramo de peso por el llanto retenido, el cual desde luego es desechado en las horas siguientes por alguno de los métodos de limpieza contenidos en un cuerpo humano cualquiera. ¡Ah!
Lorde nació en Nueva Zelanda, es muy brillante. Es un genio de su época. Compone letras totales que llegan directo al corazón, las cuales están montadas sobre una estructura musical que rebasa los géneros pop; justifica el término de Art Pop. Además, ella ejecuta los instrumentos y produce las canciones. Carajo, y a mí me cuesta trabajo ligar cuarenta palabras poderosas.
Esa mañana del sábado 29 de abril del 2017 tuve certeza de algunas cosas. Supe que la posibilidad real, realista caray, de que Deyanira me contactara de nuevo se reducía dramáticamente, cada día más, un poco más. Supe que estaba muy contento de ya haber logrado poder empezar a salir con otras personas. Supe que nunca iba a dejarla de amar pero que podía vivir, casi funcionalmente, a pesar de ello. Supe que el dolor difícilmente se va del todo. Supe que tenía que sacar de mí todos los sentimientos y pensamientos relacionados. Entonces fue totalmente claro que tenía que cargar conmigo un cuadernito, de esos pequeños que cargan algunos escritores. También fue claro que necesitaba cargar conmigo una pluma, pequeña, de forma tal que a mi Iphone, los audífonos y las llaves de la casa, sólo tenía que sumar estos dos elementos y debía tomar notas, como surgieran y cuando surgieran porque en algún momento, cuando estuviera listo, escribiría un recuento de los hechos, de las vivencias, de los sentimientos y de los pensamientos, de las palabras y las promesas, de los besos y las cogidas, de las comidas, los gritos y la desesperación y supe que toda este recuento, toda esta historia debería estar acompañada por música, debería tener su soundtrack.
Entonces, un cuadernito se acabó, y le siguió otro y después otro más. El recuento se fue armando de poco en poco en mi cabeza y de hecho, hoy mismo la historia se sigue escribiendo (así, en gerundio), y está muy cerca de llegar a su final porque claramente todo es un ciclo, el cual va a iniciar en un momento del tiempo y del espacio y, va a terminar, en otro momento y espacio, porque Deyanira me dijo que me iba a amar siempre, pero no me ama más y Lorde lo dice perfecto cuando grita: I’m waiting for it, that green light, I want it.
Yo también espero que la vida, o el destino o Dios o el gran arquitecto o la naturaleza o quien sea, me muestren la luz verde que indica que puedo seguir con mi camino.
En este momento me declaro totalmente competente para llevar a cabo la tarea de escribir y transmitir con la mayor claridad que me es posible, el recuento de lo sucedido en esta historia de amor, odio, esperanza, traición, y pasión, sucedida en la segunda década del siglo XXI, una época más allá de la mecanización y digitalización de las obras de arte y donde la más grande ellas, la música, funge como el esqueleto en el que las emociones serán montadas y ensambladas.
Por más aburrido y predecible que pueda parecer, es necesario regresar en el tiempo, a los primeros meses del año 2013, cuando esta historia de amor condenado a no ser, da comienzo. Mientras, que se siga escuchando Lorde, cantemos fuerte, el volumen hasta el techo, que se escuche la primera de las canciones de este soundtrack: Green Light.
Genial, ¿cierto?
Ciudad de México, diciembre de 2018
1Es un huevo del cual, después de un procedimiento asociado con el calor, “nace” una mascota.
2El día del niño (y de la niña) en México se celebra cada año, el 30 de abril, mientras que en Alemania es en septiembre, en Argentina en agosto y los aguafiestas de los suecos lo celebran en octubre…