Para Emilia Ponce, quien como siempre tiene la razón.
En este relato he decidido llamarme Morgana, como la bruja del simple de Arturo y todos sus Caballeros de la Mesa Redonda que siempre he sospechado, fue cuadrada. Soy amante de las mitologías. Por eso decidí rebautizarme así en el lenguaje secreto de mis amigos íntimos. Mi nombre más cercano en el santoral significa: Virgen. Qué fastidio. Pero amo ser Morgana este verano.
A pesar de que enarbolo con mano firme la bandera de mujer liberada, en el fondo me siento atada al convencionalismo social y a un apellido de abolengo. No puedo cortar de tajo el cordón umbilical de lo establecido. Soy ambivalente, critico pero no produzco, destruyo pero no creo. Antiguamente lectora incansable, ahora cinéfila empedernida, en una etapa anterior aprendiz en un taller de teatro, aeróbica y fisicoculturista. Vivo encerrada en mi Isla Misteriosa, en mi Torre de Marfil, soy una típica Robinsona.
Siento la noche como epidermis de felino (Felis catus), como un ejemplo de breviario cultural para este relato. Los gatos son fascinantes, fetiches necesarios en el encantamiento del amor. Los adoro cuando veo el topacio encendido de sus ojos, dos brazas oblicuas, insondables. Me enternece su ronroneo y el terciopelo atigrado de sus lomos. Amo el placer que me producen las cosas bellas, los cuerpos deseables, el sopor dulzón que persiste después de la mecánica del sexo.
De todas las mascotas que llegan a mi casa, Bruno es mi preferido, imagino que debido a ese instinto de veterinaria de pueblo que no he podido desterrar a pesar de mi oficio actual de mujer de negocios, de business woman (traducción).
Bruno ama a Morgana. Y siento su lengüeta cálida lamiendo mis pies, su pelambre erizado frotándose contra mis piernas. Escucho sus maullidos que reclaman atención. En la ortofónica la voz de Cat Stevens con “Where to the children play” y Gato Barbieri con “Encontros”.
Bruno, entrega de bostezos y miradas fijas, rodar de bolas de estambre, almohadones en el suelo y gasas en los sofás.
Bruno de mis tardes de tedio.
Bruno de mis noches de ansiedad.
Bruno de mis amaneceres plagados de recuerdos.
En la literatura contemporánea existen dos gatos relacionados con los placeres de la piel: El gato de Juan García Ponce y Orientación de los gatos de Julio Cortázar, y un excelente ensayo de Julieta Campos, sobre las apariciones gatunas en las letras: “De gatos y otros mundos”.
Ayer tarde me preguntaron quién era Bruno, simplemente respondí: “Bruno es un gato que a veces nos visita”.
Coatzacoalcos, Veracruz, 1985