No te escuche irte. No entiendo como pude quedarme dormida. No recuerdo que soñé. No quiero mover nada, tengo miedo de que el más mínimo movimiento, de la más pequeña cosa altere mis recuerdos de ti, de nuestra última noche.
No logro estructurar que pasó en esta ocasión. Me dejaste sola a fines de diciembre y traté de seguir con mi vida, con mi cotidianidad. Los días fueron pasando, uno a uno, sin tener yo, noticias de ti. Estaba segura que el único culpable de nuestros problemas eras tú, aunque por momentos tenía la sospecha de estar equivocada en mi forma de ver las cosas. Por momentos me sentía fuerte, plena, satisfecha, otorgándole un valor alto a los otros elementos de mi vida: mi trabajo, mis proyectos, mis amigos, mi auto, mis estudios, mis discos, mis libros. Todo eso duró muy poco. Amargué la cena de navidad de mi familia, eché a la basura la gran celebración para recibir el año nuevo. No sentía las lágrimas que todos en mi familia, señalaban ver correr por mi cara.
No acepté el hecho de ser tú quien me dijera: <<Amanda, esto se acabó>>; siempre soy yo la que termina lo nuestro y siempre soy yo quien lo arregla. Y de pronto, el 18 de diciembre, eres tú quien toma la decisión. No lo creía.
No sin miedo, te llamé el 4 de enero. No tenía presupuestado un rechazo de tu parte. Junté todo el valor del que pude disponer y después de mil llamadas y cientos de miles de mensajes accediste a verme. Y con un solo beso, arreglé todo, una vez más.
No he querido estar separada de ti ni un solo momento. No puedo explicar que es lo que me sucede cuando mi mente se transforma… Fue hermoso como retomamos todos nuestros planes, como de las ruinas construimos de nuevo un castillo perfecto, con muchas puertas, todas abiertas, esperando la ejecución de nuestros planes y la familia que deseamos formar…Fue hermoso el viaje que diseñaste para pasar nuestro primer 14 de febrero juntos, por fin, después de 3 años.
No quería llegar tarde a nuestra cita. No quería escuchar las estúpidas instrucciones de mi jefe. No quería ir a una larga comida laboral con mis compañeros de trabajo… No quería fallarte otra vez. No quería decirte: <<si vas a estar con esa cara yo no voy a ningún viaje contigo>>. No quería decirte que me dieras mi maleta. No quería bajarme de tu auto. No quería exponerme a caminar tantas calles hacia mi casa con mis rodillas dañadas. Sin embargo, me seguiste, dejaste tu auto abierto.
No soy el uno completo, soy una fracción. Sin ti, no hay todo, y si no hay todo, entonces lo que sí hay es nada. Entonces, si todo es nada, ¿que soy yo? ¿Qué soy yo sin ti?
No era mi intención dejarte de hablar, lo deseaba, pero las palabras no emergían de mi boca. No era mi intención irme a acostar. No era mi intención rechazarte en la cama.
No sentía tu calor, a pesar de que estabas a mi lado. No me sentía bien de haber desperdiciado un viaje que ya habías pagado, pero no era mi intención salir de la ciudad contigo, a celebrar el 14 de febrero, el día del amor, si tú, estabas con tu carota de decepción, de desilusión hacia mí. No, otra vez, ya no.
No logré mantenerme despierta, me dormí y, cuando desperté ya no estabas a mi lado. Te busqué en tu teléfono, sin lograr contactarte. Te busqué en Facebook y tu perfil ya no se me mostraba. Te quise mandar mensajes por Whatasapp, descubrí estar bloqueada.
No te escuche irte. No entiendo como pude quedarme dormida. No quiero mover nada, tengo miedo de que el más mínimo movimiento de la más pequeña cosa, altere mis recuerdos.
No voy a ir a ningún lado, no voy a comer, no voy a leer, no voy a escuchar música, no voy a ver mi teléfono, no voy a trabajar, no voy a dormir, no me moveré de esta cama hasta que regreses y vuelvas a acostarte conmigo, aquí a mi lado.
No soy un ángel. No quiero vivir. Han pasado 47 horas desde que desperté y no me moveré de esta cama, hasta que regreses y vuelvas a acostarte conmigo, aquí, a mi lado.
Ciudad de México, febrero 2016.