Poeta, ya no he de verte,
los sardos en su torpeza
cercenaron tu cabeza
creyendo darte la muerte
sin percatarse que ahora
libre ya del cuerpo inerte
volará con ligereza.
No la hallamos tus amigos,
pero pasados los años,
dice la gente pequeña
que la ve girar risueña
por campos y por ciudades,
hablando de libertades,
de justicias, de igualdades,
con que cada uno sueña.
El Salvador, 1984