En décadas de espera y con la mirada puesta en el horizonte de su realización, los artistas y los creadores de este país, han caminado por estrechas veredas de subsistencia, han abierto puertas a la innovación, sin otro apoyo que su pulsión de vida y muerte.
En una permanente contradicción entre vivir de su obra y para su obra, Siempre a contracorriente de una sociedad que se resiste al cambio. Una sociedad que le enoja que el artista señale con su obra sus defectos, sus dolencias, sus miserias.
Una sociedad conservadora que no se arriesga a dar el siguiente paso, porque le da miedo, le fastidia aventurar otros caminos. Prefiere lo estable, lo inamovible.
Pero el hartazgo tiene sus limites, y lo que se ha venido acumulando gradualmente – en las últimas cinco décadas- está a punto de estallar.
Y la cultura –creadores, ejecutantes, promotores, difusores, intelectuales y artistas- también tienen su cuota de aportación a esa explosión de cambio.
Es el momento que las capillas de intelectuales, los grupos del poder cultural, los burócratas, y los políticos de paso, se hagan a un lado.
Es la hora de ascender un escalón en la cultura.
Cronovidens