Momento crucial en la vida nacional, por años personalidades y movimientos progresistas denunciaron la llegada del fascismo; en el Sur de América Latina alrededor de los setentas y ochentas del siglo pasado se sucedieron las dictaduras . Aquí pensamos que estábamos a salvo de esos regímenes.
Que la historia sería ir para adelante en el proceso de civilización de nuestra sociedad.
Promesas políticas, trampas de los poderes fácticos –los mismos de siempre- para seguir en el poder. Diestros en la simulación, disfrazaron sus intenciones aparentando una “transición democrática” que nunca se llevo a cabo.
Más bien, establecieron la dictadura blanda y fueron subiendo de intención hasta hoy en día que están dispuestos a dar el paso definitivo y descarado con la Ley de Seguridad Interior.
Donde los militares tendrán a su cargo la seguridad (interior) pública y la intromisión en asuntos de carácter político y social del país, bajo el presupuesto de realizar acciones bajo el cobijo de la ley.
Lo que significa una flagrante traición a las aspiraciones legitimas de la sociedad por vivir en paz y en democracia. Es un retroceso en la historia.
A menos que la sociedad reaccione y ponga en marcha acciones para defender su derecho a decidir que país quiere ser.
Dejar pasar esa ley, es retroceder en la historia y revivir el 68, Aguas Blancas, Acteal, y otros hechos recientes de violencia donde las fuerzas armadas jugaron un papel protagónico.
Los responsables se cubren el rostro de negro y lanzan a sus diputados y senadores a levantar la mano.
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