Reposado en una silla yace el cuerpo de José Clemente Orozco, sin ánimo alguno observa su estudio; ventanas rotas, un par de pinturas inconclusas y otras cuantas terminadas y empolvadas.
Diego Rivera observaba a Orozco, lo mira detenidamente… aquel hombre de ceño fruncido y mirada penetrante, no había sido capaz de vender uno de sus cuadros, sin embargo, Diego lo encontraba admirable, a pesar del polvo, la paja y suciedad de paloma, el cuadro era una digna obra de arte.
“José Clemente Orozco regaló este cuadro a Nahui Ollin, un día en que su talento no le sirvió para obtener unos cuantos centavos para comer”. Orozco pidió un favor al otorgar el regalo:
-Ofrezcan el cuadro a Alberto Misrachi.
El tipo era un protector de arte conocido como Marchand. Nahui y Rivera ofrecieron el cuadro tal como Orozco lo había pedido, sin embargo, “Marchand se negó a dar más de 600 pesos por el cuadro, que poco después vendió en 4 mil dólares a otro protector de las artes, que a su vez lo revendió en 8 mil dólares a un coleccionista de Nueva York”.
Vaya suerte la de Orozco,que cabizbajo y con el estómago vacío le dió a ganar más a los supuesto Protectores de arte.
*Esta anécdota fué sacada del libro “Diego Rivera, palabras Ilustres” del Instituto Nacional de Bellas Artes y el Museo Estudio Diego Rivera.