La sopa cae desde una envoltura de papel plastificado en una olla de agua hirviendo, se empiezan a desenvolver los pequeños trozos de verdura deshidratada para convertirse en una masa comestible, las puertas del congelador se abren para dejar salir el aroma a desencanto, la insipidez se refuerza en la misma freidora donde los lomos de pescado, la ternera del schnitzel y las papas fritas fueron llevadas a punto de ingestión banal, los lomos de cerdo del fracasado steak hawaii y la carne molida con especias, tan particular de Hamburgo (frikadellen), se sobrecuecen en una parrilla compartida; el toque final lo dará una crema con pasta que proviene de una cubeta de plástico, y para darle sazón, el dedazo del cocinero que limpia ese exceso que salió del espejuelo del plato, un cilantro para adornar y ¡listo!
No estoy describiendo la cocina de un Vips o un Sanborns, aunque podría ser el caso. Es la manera en que el antichef Sinoz Kasantsakis, sirve a sus comensales y atiende su restaurante Soul Kitchen (Fatih Akin, 2009). Un local con mucho potencial, codiciado por los desarrolladores de Hamburgo para crear un complejo comercial.
La fortuna del Soul llega cuando un gazpacho es enviado de regreso a la cocina del Chef Shayn Weiss en un lujoso restaurante. El chef grita: “¡El gazpacho es un platillo tradicional español que se sirve frío!”, el comensal responde: “¿no tiene un microondas en la cocina?”, y el momento nos lleva a una frase que todos los que nos dedicamos a una profesión creativa le quisiéramos decir a todos nuestros clientes: “¿Acaso yo voy a su trabajo y le enseño cómo hacerlo?”. Súbitamente el cuchillo de chef es clavado en la mesa y le ofrece su semen para calentar su gazpacho, el sueño de todo cocinero indignado por regresarle un plato a la cocina, me refiero al cuchillo.
El afortunado local ahora cuenta con un nuevo chef, Shayn le pide a Sinoz que le enseñe qué cocina, todo es un asco. Shayn simplemente cambia la presentación de sus ingredientes, cilantro picado escarchado en los lomos de pescado liberados de su horcado empanizado rodeados de una mayonesa con paprika coronado por una rosa de piel de jitomate en una cama de espinacas con crema y se va a la basura.
¿De qué te sirven cuarenta platillos que saben igual? Cuatro platillos perfectos te permiten alimentar el alma. Sin embargo, sus comensales llamados “fascistas del gusto” por Shayn, salen insatisfechos por la nueva propuesta. El giro del Soul Kitchen tendrá que cambiar, pero para bien.
Sinoz aprenderá a picar ágilmente, batir a mano sus cremas, cocer al punto un risotto, llevar al término un filete, limpiar pescado sin liberar la bilis, flamear cortes, hacer pasta casera para ravioles, clarificar caldos, sazonar cuscús, realizar la tradicional y alemana doughnut rellena de salsa de frambuesa escarchada con azúcar glas, cocer rack de cordero con eneldo y chalotes, hasta temperar chocolate blanco con vainilla.
El postre sorpresa será sorpresa siempre, pues no es más que uvas con crema batida escarchada con la limadura de una corteza de árbol inexistente que llevará a orgía la elegante cena del chef Kasantsakis.
La cómica historia dará vueltas entre cocina, traición y amor. Giros inesperados nos saciarán el apetito para, al final, acompañar al griego y joven cocinero en una cita que reservará especialmente para el verdadero amor.
Καλή Όρεξη.
Kalí Órexi.