Mientras en Estados Unidos el señor Trump se aplica afanosamente –en restituir su imagen- con la amenaza de destruir a sus enemigos y como consecuencia el planeta; en nuestro país sus pares hacen su ejercicio de devastación. Llevan más de 30 años y contando…
Su ambición no tiene límite; son adictos al poder. Ante la posibilidad de quedarse en el vacío y fuera de los presupuestos actúan –ya- bajo el síndrome de abstinencia.
Tienen prisa de vaciar las arcas antes de que otra cosa pase; visionarios se aseguran con casas, ranchos y haciendas. Construyen paraísos. Se alían con inmobiliarias, reciben sobornos foráneos y nacionales. De un sexenio a otro se convierten en accionistas de empresas trasnacionales. Huyen con lo robado, se toman muy en serio aquello de que hoy son “días de guardar”.
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