La infamia y el hartazgo son dos figuras irreconciliables. O dilucidamos como sociedad el camino a seguir, o la ruta en la que estamos desemboca en el abismo.
¿A quién le conviene ese desenlace?
La sociedad habló:
La multitudinaria marcha del sábado 26 de septiembre en conmemoración (de un año) por los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, llenó las principales arterias viales de la Ciudad de
México y tuvo su replica simultánea en varios estados de la República, así como en otras ciudades del mundo.
La sociedad en marcha exige: ¡Justicia!
¿Del otro lado de la sociedad no se escucha? ¿No se ve? Los medios de comunicación adscritos al régimen no reflejan la realidad de las calles. Los medios electrónicos crean una burbuja, una realidad aparte; producen audiencias dóciles.
Los intelectuales orgánicos y opinadores de utilería debaten entre sí, concluyen, sentencian, criminalizan… a partir de un guiño, una señal desde el poder. Siguen un guión no escrito. La infamia. El hartazgo social sigue sus causes, se capilariza; entre más lo niegan, más se enraíza.
La sociedad civil se moviliza y se reencuentra en las calles, toma la plaza pública; no
Las coincidencias son apremiantes, la inconformidad, el desasosiego, la inseguridad y la economía, son temas recurrentes. Se buscan respuestas, se trabaja en soluciones, se proponen caminos.
La sociedad que se moviliza habla, conversa, exige. Las audiencias dóciles obedecen; no cuestionan.
Ante los mecanismos del aparato de propaganda establecidos y desarrollados en los últimos cinco sexenios, bajo el auspicio de esos gobiernos y en colusión con el capital y la matriz del mercado de la noticia, la sociedad en marcha se defiende, sabe quiénes son, los evita, los tiene bien ubicados.
En el saber colectivo se empieza a perfilar un cómo informarse y prescindir de esos medios. Se sabe que todos los caminos pasan, por poner un ejemplo, por la televisión, y de igual manera por la radio, en programas gemelos que son conducidos por los mismos personajes.
Todos los caminos del aparato de propaganda llevan a ese medio, porque en ese medio tienen ingerencia todos los poderes fácticos. Coinciden en sus intereses.
La sociedad civil en marcha crea su propia dieta informativa, transforma los medios “que lleva en las manos” y los convierte en emisores confiables de la realidad actuante, de “la noticia en pleno desarrollo”.
Mientras las figuras estelares de los medios electrónicos, que tienen horarios Premium y hasta columnas en periódicos, se desgastan o caen en los meandros de la corrupción y el descrédito, el aparato de propaganda no se detiene, más bien se nutre de esos desechos; funciona minuto a minuto, hora tras hora, día tras día, pues las audiencias dóciles tienen que estar informadas, adormecidas, entretenidas, disuadidas.
En tanto, la sociedad en marcha se convierte en un ávido lector de la realidad, decodifica el mensaje. Exige claridad, exige: ¡Justicia!