La comida japonesa tiene muchos representantes en este lado del Pacífico; sin embargo, los más conocidos la han americanizado, creando un híbrido representado por un sushi al que hasta aguacate le ponemos. Sin embargo, escondido en el segundo piso de una pequeña plaza comercial, la dedicada Keiko Kosa consiente a su comunidad y a unos cuantos afines a la comida japonesa en un local de tapanco. Con tan sólo diez mesas, pero hasta siete ayudantes, sirve un menú de mas de cincuenta diferentes platillos, todos ellos inspiración de su trabajo en casa como cocinera.
Keiko reside en México desde hace 30 años, añorando los sabores originales de Miasaki (sur de Japón), y al no encontrar una oferta de su gusto, decidió experimentar con ingredientes locales para llevarse a la boca el nostálgico sazón. Comenzó su trabajo en preparación de comida para banquetes, lo cual le dio la experiencia para montar un servicio de restaurante. Ante la costosa oferta de cocina japonesa en esta ciudad, decidió que podría lograr una oferta de calidad sin encarecer el servicio.
El resultado fue una delicada variedad de sencillos y caseros platillos. El bocado de recibimiento es un pequeño platito de cerámica con un refrescante sunomono, una mezcla en frío de fideo de arroz con pepinillo, huevo y hongo negro, que sirve a todos sin excepción y es cortesía de la casa.
La clientela nijón se inclina más por sus tradicionales entradas como el okonomiyaki, que en japonés significa “cocinado a su gusto”, que es una explosión de sabores, texturas y consistencias en una especie de tortilla de huevo que une en sus adentros camarones, calamar, cerdo laminado y crocantes verduras, bañada en una salsa agridulce, tapizado con hojuelas de bonito que bailan de un lado a otro mientras lo devoras.
El plato fuerte preferido es una tradicional sopa udón a la temperatura exacta para nosotros, y digo exacta porque ellos acostumbran comer tan caliente que hasta las entrañas se queman. Esta sopa lleva de complemento aguemochi, una pasta de arroz chiclosa y frita por uno de sus lados, textura algo peculiar de la cocina japonesa que quizá equivaldría a nuestro gusto por los sesos, la médula y la pancita, juntos, una consistencia que no es ni firme ni viscosa, sólo un amasijo que divierte al morderla y jalarla, pero que no se puede partir ni con los dientes. Al final, el caldito de la sopa nos permite eliminarla de todos los rincones de la boca.
Para la comunidad japonesa la diversión tiene un concepto distinto al de los mexicanos, así que el local de Konohanatei ofrece una colección de mas de 3600 números de manga o anime (la tercera parte de la colección de Keiko y sus hijos), que tapiza la mitad de las paredes y está dispuesta para los queridos amigos y clientes del lugar, quienes los fines de semana se quedan horas disfrutándolos, y cuando alguno tiene un nuevo número, que no se encuentra en la colección, lo deja para que otros puedan disfrutarlo.
Casualmente en mis gastroviajes a Japón probé, por culpa de una lluvia y un hambre terrible y perdido en el barrio donde se compra equipo para cocineros, el cerdo empanizado mejor frito de la historia (entre los orientales la cultura de la fritura es un elemento básico en su cocina). La fritura de Keiko también es fina y sutil, el tempura es delgado, sin un mililitro de aceite ni masa cruda, el tonkatsu al curry es sorprendente, la versión japonesa de este clásico de la India no se queda atrás en una cama de arroz al vapor.
También encontré en estos viajes a varios de los mejores reposteros de mi vida, sin olvidar obviamente a mi abuela y mi madrina. La cocina japonesa, al ser limitada en la variedad de ingredientes debido a su territorio y latitud, se ha concentrado en tocar los sabores desde la sutileza, Keiko sabe que tradicionalmente debe cuidar ese gusto, y entre su oferta de postres se encuentra un delicado pay de pera fresco que sin ser completamente dulce, saca lo mejor de la fruta con una bien practicada pasta. También hay gelatina de mandarina hecha en casa, sin saborizantes artificiales; el rollo de matcha, que es un pastel de té verde con crema, y una buena selección de tés verdes y café de máquina te dan la oportunidad de hacer una sobremesa imperceptible.
Si eres fanático de la cocina japonesa –o aun sin serlo– y quieres conocer sus sabores originales a distancia, ve al Konohanatei y pide el platillo que menos conocido te suene.
Plaza Pedregal, Planta alta.
Anillo Periférico No. 4268,
Col. Jardines del Pedregal, Coyoacán.
Abierto de Martes a Domingo
1:00 a 8:00 pm
Consumo promedio $200.00 p/p.