Veintiún segundos duró el apretón de manos entre los mandatarios Barak Obama y Raúl Castro en el Palacio de la Revolución en La Habana. Imagen que congeló un instante y pretende superar casi seis décadas de una enemistad legendaria entre la isla caribeña, el único régimen sobreviviente de la Guerra Fría, y el de Estados Unidos, la potencia militar y económica “victoriosa” en plena crisis de identidad.
Casi un siglo pasó para que un mandatario norteamericano visitara La Habana y este mero registro cronológico convierte a la gira de Obama en un hecho histórico. Todos los analistas coinciden: los avances concretos en materia económica, militar y diplomática aún tardarán en madurar, pero la gira coloca a los promotores del fin del bloque económico en la ofensiva y no a la defensiva.
La gira de los símbolos quedará plasmada por las siguientes razones:
1.-Después de vivir casi tres generaciones bajo la consigna nacionalista yankees go home que definieron la retórica y la esencia del régimen cubano, ahora en las calles de La Habana se escucha y se leen los mensajes exactamente inversos: yankees welcome.
Ni la naturaleza del imperialismo norteamericano ha cambiado ni la esencia del férreo control del régimen cubano se ha transformado sustancialmente. Lo que cambió fue el contexto.
Ambos sistemas han decidido que es mejor “descongelar” las relaciones que seguir alentando una maquinaria propagandística anacrónica, tanto de un lado como del otro. Tan anacrónico suena el anticastrismo de los grupos disidentes de Miami que encuentran eco en CNN, en Univisión o en las grandes cadenas de televisión latinoamericana como el recelo de los grupos más castristas y defensores del régimen de una dinastía que está consciente de sus últimas horas.
2.-Escuchar el himno de Estados Unidos en el Palacio de la Revolución de La Habana era inimaginable hace apenas una década. Más inimaginable que ocurra con Fidel Castro en vida, sin el derrumbe de su régimen (como tantas veces pronosticaron los apocalípticos de Estados Unidos y de América Latina desde 1989, cuando cayó el Muro de Berlín y después cayó el régimen soviético), con un presidente afroamericano mucho más popular en La Habana que en Washington de este 2016.
En todo caso, es más fuerte ahora la crisis que vive el sistema político de Estados Unidos con la amenaza clara de retroceso que representa Donald Trump y las fuerzas retardatarias que lo acompañan. ¿Quién lo hubiera imaginado?
El talento de Obama como sobreviviente político y conocedor de los símbolos lo llevó a dar un salto hacia el futuro, en pleno ocaso de su gobierno, y dejar para el registro este viaje que está en la ruta del giro paulatino que comenzó a gestarse desde 2011 hasta la fecha.
3.-Obama rompió el protocolo hermético y participó en el programa humorístico de La Habana, Vivir de Cuento, cuyo personaje principal, don Pancho, encarna al jubilado cubano que se queja por las carencias en la isla y la nostalgia de los tiempos idos.
La fusión de televisión y diplomacia se concretó una vez más. Obama podrá haber perdido “los corazones” de buena parte de sus gobernados norteamericanos a unos meses de concluir sus ocho años de mandato, pero está decidido a ganarse los de los cubanos. La televisión se vuelve el medio y el fin en sí mismo.
4.-Incómodo, pero sin perder la compostura, Raúl Castro emplazó a uno de los reporteros que participó en la rueda de prensa conjunta con Obama a que le diera la lista de los “presos políticos” o disidentes de la isla y que esa misma noche los liberaba.
La disidencia cubana, la consentida y la no tanto, es otra de las concesiones que el rígido régimen castrista ha tenido que consentir a cambio de lograr un salto histórico que no lograron los regímenes de Europa oriental ni la gran mayoría de las dictaduras de la posguerra fría: conducir la transición sin que el país entre en una guerra civil o una ruptura del sistema.
Raúl Castro también está consciente que fotografiarse al lado de Obama no lo minimiza sino lo engrandece. Simbólicamente, el gobierno de Cuba ganó la larga y difícil guerra de resistencia que cruzó toda la segunda mitad del siglo XX, frente a Estados Unidos y frente a los grupos anticastristas que envejecieron junto con ellos.
Económicamente, el modelo de los Castro fue derrotado por la inviabilidad de un sistema centralmente planificado en medio de un entorno sustancialmente diferente, sin aliados fundamentales de los últimos tres lustros como Hugo Chávez y la reciente crisis de China.
El pragmatismo castrista finalmente se impuso. Y a través de la semiótica de una gira histórica están mandando también una clara señal a quienes pensaron que sólo el derrumbe o el suicidio es lo que convenía a una sociedad tan vital como la cubana.