B ullying significa acoso físico o psicológico, generalmente aplicado contra alumnos o entre jóvenes menores de dieciocho años. Su etimología inglesa remite a las prácticas escolares de la adolescencia para hacerle daño premeditado y continuo a alguien considerado una persona débil. Se caracteriza por la crueldad, el trato muchas veces inhumano con el objetivo de someter, generar miedo o destruir la autoestima de la víctima.
En español mexicano el bullying es similar a la “carrilla”, la burla o las formas de discriminación tan comunes en una sociedad con niveles de desigualdad alarmantes como la mexicana.
En ningún momento, los psicólogos, pedagogos o sociólogos han hablado de “bullying a las instituciones” por la simple y sencilla razón de que no se trata de individuos desvalidos, de víctimas o menos de adolescentes.
Las instituciones son construcciones estatales, gubernamentales creadas justamente para prevalecer por encima de los individuos e, incluso, aplastarlos en muchas ocasiones. Kafka escribió La Metamorfosis justo para describir cómo un burócrata puede sentirse un insecto ante la maquinaria institucional que lo deshumaniza.
Sin embargo, nuestro gran filósofo Enrique Peña Nieto, tan kafkiano a la inversa, ya reinventó este término para hablar de la crítica y la hostilidad contra su gobierno. Sin duda, se trata de un “hallazgo” retórico que no se sostiene por ningún lado.
¿Puede existir bullying institucional cuando Peña Nieto ha destinado 40 mil millones de pesos de nuestros impuestos para que lo alaben y lo publiciten medios y comentaristas sin credibilidad alguna?
¿Cómo puede quejarse de bullying el señor mandatario que ha descabezado la PGR, ordenó el cese del titular de la FEPADE y atoró la negociación entre el PRI y los partidos para nombrar Fiscal Anticorrupción?
¿Quién y por qué le hacen bullying a un gobierno que sistemáticamente niega la justicia y la prioridad del respeto a los derechos humanos a miles de personas, iniciando por los familiares de los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa y cientos más de desaparecidos?
Peña Nieto confunde el hartazgo ciudadano con el bullying, el fracaso de su administración con el acoso psicológico y el reclamo de seguridad con violencia verbal. No entiende que no entiende.
Nadie lo acosa. Más bien Peña Nieto, el que acusa, está demostrando una vez más ese extraño mecanismo psicológico de la transferencia: acusa a los otros de lo que él practica. Y no bullea a escolares sino a millones de mexicanos que no ven la hora de que termine su sexenio.