Un par de cosas dan sentido a lo que hasta ahora parecía incomprensible desmesura en la aplicación de la ley de un modo tan implacable que, si no fuera porque se sabe le ocurre a una figura pública del mundo del espectáculo, pensaríamos se ejerce contra un tan despiadado como sanguinario criminal, autor de miles de desapariciones y asesinatos viles, lo mismo en perjuicio de ciudadanía común que en contra de uniformados.
Sería el caso, por ejemplo, que le ocurriera al Chapo, Joaquín Guzmán Loera, precisamente por su autoría en delitos como los descritos. O a Felipe Calderón Hinojosa, tan merecedor de culpas como aquél, pero en su caso, por incurrir en pecados equiparables al genocidio.
Pero, con todo y que al capo le han maltratado tras su recaptura, no es a él a quien de golpe se le han cerrado las puertas del cielo; no es tampoco al ex presidente quien, pese a la gravedad de sus decisiones, apenas ha merecido esa especie de purgatorio que es el descrédito y la pésima fama pública.
No, a quien le ocurre es a la actriz Kate del Castillo, a quien, como villana al final del más truculento drama telenovelero, se le trata desde el poder gubernamental –mediática y propagandísticamente-, como merecedora de señalamiento, condena, desprecio, infamia e infierno.
Se le señala con índice flamígero; se le persigue, se le hostiga, se hace trizas su imagen pública a través de cuanta tribuna paga el poder en los medios de comunicación que le son leales, afines, sumisos. Y, en suma, se le intimida, se le anula…y eso que la bella intérprete de la telenovela La Reina del Sur, no ha delinquido…
Pero el par de hallazgos que, decíamos, dan sentido y explican el ensañamiento contra la actriz, tienen sustento, nada más y nada menos, que en el gobierno estadunidense: el primer en información del Departamento del Tesoro. Y el segundo en acciones de la justicia de la vecina nación del norte:
Una investigación del Departamento del Tesoro, reveló vínculos comerciales entre el mencionado Chapo Guzmán Loera y el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, desde el tiempo en que ésta era gobernador del Estado de México y aún después de su toma de posesión como nuevo depositario del Ejecutivo Federal, esto es, en los primeros meses al inicio de su mandato.
La versión apenas conocida en México –parcial, minimizada y soslayadamente-, pero difundida hace algunos meses en noticieros de la televisora RT, con sede en Rusia, se hizo pública porque de esa manera el gobierno estadunidense advertía a los empresarios de allende el Bravo que no hicieran negocios con ninguna de la veintena de empresas de naturaleza criminal, en las que se habrían asociado los señores Guzmán y Peña.
Desde luego, muy poco y nada más que eso se ha conocido desde entonces. Y así las cosas, no es difícil imaginar el endurecimiento en los filtros de la información que sobre el país y el gobierno llegan del exterior: instrucciones precisas a los aliados en los medios para que nada se profundice sobre el tema, so pena de cancelarles publicidad, licencias, permisos, licitaciones y demás prebendas. Incluso, el cumplimiento de veladas amenaza.
Algo que, por cierto, no es sino una especie de ensayo gubernamental de cancelación de libertades como la de prensa o de derechos como el de acceso a la información, sobre todo porque, pese a su poder, el gobierno poco puede contra internet y las redes sociales, espacios que escapan a su control y que son la ventana que la ciudadanía tiene para asomarse al exterior y, más importante, para saber que se dice afuera del país y del gobierno mexicano.
De ser cierta la ilícita relación comercial entre ambos –la versión, hasta ahora, no ha sido desmentida-, tampoco es difícil imaginar una desavenencia, una grave diferencia de pareceres y hasta una confrontación que habría derivado en un rompimiento; si este fuera el caso, hablaríamos de una lucha entre poderes en la que menudearían las amenazas.
Una de estas amenazas provendría del capo: precisamente la filmación de la película sobre la vida de Guzmán Loera, el proyecto que éste propuso a la actriz y que luego se hizo público hasta el escándalo, pero que fue como decirle al presunto socio de Los Pinos que si no cumplía con su parte, no sólo se conocería lo de la relación comercial, sino más, por ejemplo, el financiamiento de la campaña presidencial.
El otro detalle que parece embonar a la perfección en esta trama, es el asunto del ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, y más específicamente la rapidísima liberación que los más que buenos oficios de la embajada en España e incluso la cancillería mexicana le consiguieron.
Algo verdaderamente sorprendente, luego de que el también ex dirigente nacional del priísmo fuera acusado –también por la administración del presidente estadunidense Barack Obama- de ilícitos como lavado de dinero y asociación delictuosa.
La policía española lo capturó y lo puso rápido tras las rejas, con el propósito de enviarlo a la justicia estadunidense. Pero el servicio diplomático mexicano se movió aún más rápido y –al mas puro estilo del haiga sido como haiga sido, que el neopriísmo heredara del calderonismo-, consiguió la liberación del coahuilense, quien ya disfruta de libertad -y de impunidad- en tierras mexicanas.
¡Tan a gusto que estaba en tareas académicas de universidades hispánicas! Pero, ni hablar: ¡algo tenía que sacrificar!
Hay que recordar el escándalo de dispendio de recursos financieros que envolvió a la campaña presidencial de Peña Nieto: la entrega de despensas, de dinero en efectivo, de tarjetas prepagadas, el asunto Monex; la onerosa compra de tiempo en radio y tv para la propaganda del entonces candidato y, claro, la guerra sucia que desplegó contra opositores.
Detrás de esta estrategia de financiación, como es sabido, estaba precisamente el entonces líder nacional del PRI, Humberto Moreira. E inquieta pensar que, de todo esto, el Chapo Guzmán conociera detalles.
Lo cierto es que, hasta donde se ve, el eslabón más débil es la actriz Kate del Castillo: ha sido el peón sacrificable de este ajedrez entre un poder fáctico, abiertamente delincuencial, contra otro revestido de institutocionalidad, por más dudas que haya acerca de su legitimidad…