- Jenaro Villamil
En 2007 la opinión pública mexicana conoció uno de los episodios más kafkianos de la narcopolítica: el hallazgo de un tesoro de 205 millones de dólares, en efectivo, más centenarios y otros bienes en una casona de Sierra Madre 515, propiedad de un enigmático empresario de origen chino, Zhenli Ye Gon.
El supuesto empresario farmacéutico era, en realidad, importador de sustancias indispensables para las metafentaminas. Su fábrica, ubicada en la zona industrial de Toluca, le sirvió para encubrir varias operaciones sospechosas.
Mr Lee generó un escándalo nacional e internacional cuando reveló, en su estrafalaria versión, que la enorme cantidad de dinero encontrada en su domicilio no era producto de la droga sino “fondos secretos de un partido político para la campaña presidencial de un partido político para la campaña presidencial en México”.
Y en una extensa carta-testimonio acusó al ex secretario de Trabajo del gabinete de Felipe Calderón, Javier Lozano Alarcón, de presionarlo y chantajearlo, con una frase que se convirtió en el eslogan más famoso del escándalo: “cooperar o lo decapitaremos”. En lenguaje mexicano-chino: coopelas o cuello.
De esta anécdota que se perdió en los entretelones del juicio en Estados Unidos, el escritor Sergio González Rodríguez, construye una auténtica caja china o una puesta en escena del “teatro de las sombras” que constituye este episodio para desentrañar el entramado del dinero sucio en México y las redes chinas en nuestro país.
Especializado en lo que él denomina “la novela sin ficción” que está en la frontera entre el reportaje, la crónica y el relato, González Rodríguez va soltando pistas, huellas, cajas chinas en 10 de sus intensos y breves capítulos de El Robo del Siglo, editado por Grijalbo.
El Robo del Siglo no se limita sólo a la reconstrucción del caso de Zhenli Ye Gon. Vincula este episodio con el avionazo en el que perdieron la vida Juan Camilo Mouriño, entonces secretario de Gobernación, y José Luis Santiago Vasconcelos, el famoso zar antidrogas, en noviembre de 2008.
En la página 86 del libro, González Rodríguez escribió:
“Entre los testimonios desechados por las autoridades (en la investigación del avionazo de Mouriño) se halla el de dos personas que, en distintas partes del vecindario, observaron una explosión de fuego en el fuselaje del Learjet 45, o el de un vecino que aseguró cómo, un par de minutos después del desplome de la aeronave, se aproximó al lugar de los hechos una camioneta negra de la que descendieron tres sujetos de aspecto militar y uniforme negro. Uno de ellos expresó en voz alta con un teléfono en el oído: ‘Ya está, ya cayó’. Repitió dos o tres veces. Enseguida, los sujetos subieron a la camioneta y se fueron de prisa”.
No es novela-ficción. Es relato que vincula El Robo del Siglo con una serie de “avionazos” sospechosos como el que le costó la vida a Mouriño y Vasconcelos, con el secuestro de Diego Fernández de Cevallos y con la trama de investigación en HSBC sobre lavado de dinero y, especialmente, de Casa de Cambio Puebla, donde Mr. Lee manejó parte de sus fondos.
Estamos frente a la reconstrucción de un “teatro de las sombras chinos”, muy incómodo para el gobierno calderonista pero, sobre todo, para la administración de Peña Nieto que se “descarriló” a partir de la suspensión de la licitación del tren México-Querétaro, donde participaría la firma China Railway Construction Corporation (CRCC) y el contratista consentido del régimen, Juan Armando Hinojosa Cantú, el mismo de la Casa Blanca de Peña. El mismo empresario que perdió a su hijo en el accidente de un helicóptero, en la víspera del inicio del sexenio peñista.
González Rodríguez nos ha ofrecido otras piezas maestras de este género que desentraña la tragicomedia mexicana de la narco corrupción y sus crímenes: Huesos en el Desierto (2003), sobre las mafias de Ciudad Juárez vinculadas a los crímenes impunes de las jóvenes juarenses; y Campo de Guerra.
En El Robo del Siglo, González Rodríguez nos deja a mitad de esta especie de menú chino de distintos platillos, pero nos deja los ingredientes suficientes para seguir indagando sobre este episodio que va más allá del Coopelas o cuello.