Ahogándome, en el mar del amor, donde a muchos les encantaría ahogarse; a mí, no. No puedo ver nada, es desesperante pues entiendo el concepto, entiendo la idea, imagino su funcionalidad. En realidad ya sabemos todo, desde el primer día, nada es un misterio; sin embargo la verdad es tan grande que debe develarse de poco en poco, lentamente, al paso del tiempo. No puedo ver nada pero los escucho. Los siento, no tengo duda, pero temo que ellos no, o más bien sólo él es, quien no me logra sentir aún. Ella sí, porque vivo dentro. Ya, ahora mismo.
Ella le dice, me siento cobijada, segura bajo tus grandes alas, estoy tranquila cuando llegan las tormentas, cuando los truenos llenan todo el espacio. Él no dice nada. Después… no sé cuando, porque aquí dentro la noción del paso del tiempo es imperceptible, no se siente pero, sé que está pasando, que nunca para; el tiempo… después ella le dice, no me engañes más, detente, me haces daño. Cuando hayas construido la casa, entonces, en ese momento regresa, llámame y yo iré a casa.
Él le dice, eres el poema que vive en mi corazón, el motor de mis movimientos, el pienso de mi ansia. Él le dice, yo construiré la casa, en medio del mar del amor, en donde a todos les encantaría ahogarse. A mi ninguno de ellos me escucha, y les grito, en ese mar de amor, yo no quiero ahogarme. No quiero ahogarme.
Ella dice, le pido a la Virgen María y le pido a su madre, Ana, que mi hombre sí construya la casa, que sea todo real, que sea todo verdadero, que lo pueda ver y tocar. Comprobarlo. Que no se vaya nunca, que esté con nosotros. Grito tan fuerte como puedo: ¿nosotros, me incluye? ¡Dime! ¿Nosotros, me incluye? Parece escucharme, creo, porque mientras grito ella detiene su andar. Reanuda su camino y reanuda su diálogo con las vírgenes, con María, y su mamá, Ana.
Él le dice, es imposible, no puede ser. No hay forma de que todo esto pueda convertirse en algo real. No es que no sea real ahora, no quiero decir tal cosa. ¿Sabes a lo que me refiero? ¿Me entiendes? Ella le dice, ¿y la casa? Ese lugar al que íbamos a llamar hogar, ¿no existirá? ¿No soy el poema en tu corazón?
Quisiera poderlos ver. Quisiera poderles decir que el poema en sus corazones soy yo. Y les grito, tan fuerte como puedo: yo-soy-el-poema-de-sus-corazones. Pero por más que grito no me escuchan. Y me digo, ¿qué tengo? ¿Estoy mal? ¿No me quieren? ¿Qué hice? No me quiero ahogar en ese mar del amor, en donde a todos les encantaría ahogarse.
Ella le dice, pensé que tú eras mi media mitad, que te había encontrado. Él le dice, lo soy, lo soy, lo soy, pero ¿cómo enfrentarlos? ¿Cómo le decimos a tu esposo? ¿Cómo le decimos a mi esposa? ¿Qué pasará con los grandes proyectos? Ella le dice, yo me sentía segura bajo tus grandes alas, ahora estoy sintiendo que te has ido, que no paras, que estás lejos. Él le dice, para, me matas, lo más hermoso se torna en oscuro cielo, se acercan los truenos. Ella le dice, hay un latido, sí, un latido que crece, que nunca se acabará. No te vayas, no me dejes sola, ya empieza la lluvia, cúbreme con tus alas.
Dejo de escuchar la voz de él. También la de ella, pero sé que aquí sigue, que aquí está, la siento, está en todo lo que me rodea. Ella, me envuelve. De pronto dice algo tenue, y lo repite y lo vuelve a repetir: Sarah, Sarah, Sarah, Sarah.
Ella le dice, es una mujer. Es una mujer que se llama Sarah. Él le dice, es imposible saberlo ahora y no es Sarah, ni María, ni Ana. NO es nada, porque no puede ser nada, se tiene que ir. Ahora sólo es un secreto. Sería el fin de nuestra sociedad, el fin de nuestros matrimonios. El fin de todo. Ella dice, es Sarah. De pronto siento que ella coloca sus manos justo encima de mí, justo encima de mi cabeza. Ella dice, es mujer y se llama Sarah y no es el fin, es el principio de todo.
Ella le dice, yo construiré una casa en medio del mar del amor, donde a todos les encantaría les encantaría ahogarse. Ella le dice, yo extenderé mis alas y la protegeré de la lluvia y de los truenos. Ella es el poema en mi corazón. Yo construiré la casa a la que llamaremos: hogar.
No consigo escuchar la voz de él ya. Pero siento las manos de ella justo encima de mi cabeza y por fin escucho su voz muy cerca, mucho, como nunca antes: Sarah, tu eres el poema de mi corazón, nunca cambies, nunca te detengas, yo soy tu mamá, y yo te construiré una casa, en medio del mar del amor, y la llamaremos: hogar.
Ciudad de México, marzo de 2018.