Liliana

Deja de sufrir
Veo el cielo gris a través de mi ventana, veo las caprichosas formas dibujadas por la lluvia, la bruma, el viento. Me veo a mí misma. Me pregunto, trato de encontrar algún sentido al hecho de haberme bañado, de haber elegido con cuidado y esmero que ponerme. De cualquier manera, jamás pensé que llovería. Mi outfit no es propio, no es adecuado. Me siento tan pesada, como si la gravedad terrestre se hubiese duplicado, me cuesta caminar, moverme, no me da ánimo quitarme la ropa. Quizá debería salir, caminar, ir a buscar un café, leer un poco más ese libro. Me detengo en el centro de mi estancia y giro 360 grados, ¿dónde puse la sombrilla?
Me doy cuenta que, haber elegido sillones de color verde oliva no fue del todo atinado. Pero, sí: me caracterizo por tomar malas decisiones… ¿quién acepta ser amante de una casada por dos años? Porque, eso fui, es necesario aceptar de una buena vez los términos y las definiciones: mujer soltera se enamora de mujer casada, se involucran, se ven, se comen, hacen planes… en suma, soy su amante… fui, mejor dicho. Ya nunca más. Creo. Y sobre el color, ya no lo siento tan trendy. Aunque, la falda que llevo ahora es de un tono verde muy parecido. De pronto me gustan otra vez mis sillones, a veces los odio.
No para de llover. Deja de sufrir
Qué bonito. Recuerdo nítidamente cuando, esa tarde, me llamó y me dijo: <<no vayas a tirar tu Iphone, agárralo bien, vale, ya hablé con el abogado, en cosa de dos meses estaré divorciada… ¿me escuchaste Liliana? Dos meses y ya>>. Claro que recuerdo. Recuerdo cada pequeña cosa ¿me oyes? ¿Será que me puedes escuchar? Maldita, te odio. Te odio. Te odio. Dos meses, dos años… “agarra bien tu teléfono”, pero que forma de burlarse de mí.
Estaba segura que en la parte superior del closet había una sombrilla, o paraguas, o como se llame la porquería esa. Pero no, no hay nada. Me asomo por la ventana, el agua cae muy densa, “tupida”, diría mi abuela. Miro mi teléfono: nada, algunos mensajes sin leer, pero de otras personas que por ahora no me interesan en lo absoluto. A ver: son ya muy pasadas de las 7, me dijo que pasaría por mí a las 6 y media, o sea, casi una hora de retraso. Quizá su junta se alargó y quizá no le ha sido posible avisarme que llegaría tarde. Ay Liliana, no, no seas idiota, claro que ya te plantaron. Ya me plantaron. Primer intento por salir con alguien después de un año y me plantan. Great. ¿Dónde habré puesto esa pinche sombrilla?
Mejor me siento. Además de verdes —oliva— estos sillones son muy cómodos. No sé para qué compré una pantalla, jamás veo la televisión. ¿Alguien ve televisión? Sí claro, todavía muchos. Me siento cansada y sé que la tristeza ya está a unos pasos de mi puerta. Casi puedo escuchar sus pasos. Desgraciada. No quiero deprimirme. Quiero seguir bien. Piensa Liliana. Recuerdo que al conocer a esta chica, detecté interés, o al menos mi inteligencia intuitiva me dijo: le interesas. A mí me gusta su voz, como de mezzosoprano. Lo profundo de su mirada. Su nombre, Camelia. Obvio estoy más acostumbrada a las Camilas, pero Camelia funciona. Hace una hora debió haber llegado o, al menos un mensaje, aunque, es raro, bien pudo haberme cancelado. Por otro lado las viejas cabronas disfrutan dejándola a una como tonta. La tonta Liliana.
Sigue la lluvia. Deja de sufrir…
Cierro mis ojos, casi podría dormirme pero prefiero salir a caminar un poco, en cuanto sea posible, claro. Me pondré unos zapatos más cómodos. Ay Camila, pensé que vendrías. Mejor pienso en algo lindo. Mi primera pareja, mi novia. Fabiola la pecosa. Como la quise. Sus labios eran mejor que el terciopelo…

Desperté y la tormenta había terminado. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Mi único reloj está en mi teléfono. Pantalla bloqueada. Un mensaje: “Perdón, no suelo ser impuntual, mi junta se alargó. Estoy abajo, mi coche es un Mini verde. Anda, baja, aún llegamos al cine.
Desperté y la lluvia había terminado. Dormí 7 minutos… se sintieron largos, como toda una noche. Me asomo por la ventana, ahí sigue. Ya voy bajando, le escribo. Quiero creer. Todo se ve verde. Arreglo mi sonrisa. Escucho música al fondo, como de Trópico de Cáncer.
Deja de sufrir.

Ciudad de México, junio de 2017.

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Laura Makabresku. Es una artista plástica polaco y fotógrafa. Sus fotografías están desbordadas con símbolos místicos y la atmósfera de cuentos de hadas

Acerca de Daniel Antonio

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