La última ráfaga del viento se ciñe a su cintura,
sombras alargadas de un ocaso que no tuvo tregua.
Rocío marca sus manos en un pedazo de mármol,
las atrasadas sombras del día se cortan por la mitad,
atrancamos las puertas.
Antes mi casa era un hogar, hoy es un refugio.
Cerrar – esconderse, quedarse- no huir.
La libertad es un mito en la frontera.
La última ráfaga del viento
nos levanta lentamente del piso,
la provincia se ha vuelto histérica,
la provincia nos vuelve histéricos,
mañanas y tardes en la ciudad desolada.
Sonido de disparos, cosa cotidiana;
parte de la rutina, parte de la realidad.
La ausencia es aquel vacío
que se ve en las calles.