Soy un instante perdido en tu olvido,
la palabra necia que siempre te evoca,
un caminante solitario a la orilla del mar
que pasaría la vida entera perdido entre tus piernas.
Soy el portal vacío de madrugada,
la letra de este bolero que no puede acabar,
la leyenda de unos besos
y el legado de un poeta
olvidado en el manicomio.
Las ruinas siguen olvidadas,
ocultas entre unos labios
que se cansaron de decir
“te quiero”.
Soy la simiente inútil,
no hubo descendencia.
El páramo seco, la arena gris.
Soy la voz seca de tus diciembres,
la península inundada de mis eneros,
errática huida de marzo
y las manos que frotaban tus pechos en invierno.
Soy el rumor que contó tragedias
el último día que recuerdas del otoño,
la realidad recortada por el censor
y el triste inicio de la desolación.
El tiempo mudo de un atrio
es lo que queda de mí,
el testamento del dolor
y toda la poesía tirada en un callejón.