Con una celeridad poselectoral inusitada, el 10 de junio pasado fue detenido en España el joven Diego Cruz Alonso, uno de los integrantes del grupo conocido como Los Porkys, acusado de ser uno de los tres responsables de la violación de la joven Daphne Fernández, en enero de 2015.
La Interpol interceptó a Cruz Alonso en Fuencarral, España y fue detenido por elementos de la Policía Nacional Española, con fines de extradición a México. Un juez de la Audiencia Nacional ordenó el 11 de junio la prisión del joven, mientras se tramita su traslado a México.
Antes de Cruz Alonso, Enrique Capitaine fue detenido el 11 de mayo en Torreón, Coahuila, a pesar de la evidente estrategia mediática de apoyo hacia él y sus cómplices, de parte del gobierno de Javier Duarte, uno de los peores mandatarios de Veracruz.
Capitaine es hijo de un ex alcalde veracruzano y Daphne lo señaló como su violador. Los demás abusaron de ella en la madrugada del 2 de enero de 2015, cuando los amigos salieron de una discoteca de Veracruz, subieron a un Mercedes negro, propiedad del papá de Capitaine, y obligaron a la chica de 17 años entonces a subirse.
Con la detención de Capitaine y de Cruz Alonso sólo quedaría pendiente la detención de Jorge Cotaita Cabrales, el tercero de Los Porkys contra el que se pudo acreditar pruebas en su contra.
El caso de Los Porkys alcanzó una dimensión nacional e internacional inusitadas. En plena etapa de campaña electoral se convirtió en un retrato de la descomposición de la justicia, de la sociedad y de “la gente bien” de Veracruz en la era de Javier Duarte.
Duarte se defendió señalando el 29 de marzo que en su entidad no había “juniorcracia” y que se haría justicia.
Los Porkys no han sido los únicos mirreyes que aprovecharon el clima de impunidad en la era de Duarte. Otros fueron acusados de matar a golpes a un joven y algunos más de abusos sexuales que no han sido acreditados por falta de denuncia de las víctimas.
Los padres de Los Porkys hicieron todo lo que pudieron para revertir la percepción pública que los señaló desde el principio como responsables de abuso sexual. Sus hijos fueron “víctimas”, no verdugos, insistieron en entrevistas en radio y televisión. Incluso, el 17 de mayo la madre de Enrique Capitaine protagonizó una marcha de apoyo a su hijo y acusó a los periodistas de estar “vendidos” y emprender una campaña sucia contra su hijo, pagados por Miguel Angel Yunes, entonces candidato a gobernador del PAN-PRD. La efímera campaña de Los Porkys resultó peor.
La huida de Los Porkys demostró lo fácil que resulta para estos “niños bien” evadir la justicia en la era de Javier Duarte, el mismo personaje que presumió que en la entidad sólo roban “frutsis y gansitos”, mientras las narcofosas, las desapariciones, los asesinatos a periodistas, las violaciones flagrantes a derechos humanos y los feminicidios fueron sumándose en 6 años de pesadilla.
La Porkycracia veracruzana no acabará hasta que el propio Duarte y sus principales colaboradores, en especial su secretario de Seguridad Pública y su procurador Luis Angel Bravo Contreras –el mismo que dilató en hacer justicia en el caso Daphne y acusó a los medios de presionarlo para detener a los jóvenes- rindan cuentas sobre la enorme cantidad de delitos, crímenes e impunidad que convirtieron a Veracruz en una nota roja inacabable.
Duarte trata de defenderse, al igual que hicieron Los Porkys, con mensajes mediáticos y pagando los últimos millones del mermado presupuesto veracruzano para que le publiquen y se transmitan sus palabras desesperadas en estaciones de radio y televisión.
Duarte no es la víctima. Como Los Porkys, es el responsable de una larga historia de abusos en Veracruz.