Esa mañana Rocío traía una sonrisa
escondida debajo de la minifalda,
fue la mañana en que cambió la ciudad
dejó de ser aquella ciudad vieja y aburrida,
y fue desde entonces fue la ciudad de las piernas,
de sus piernas.
Un helicóptero nos despierta cada mañana;
por su fachada, mi casa es sospechosa;
por Rocío, mi vida es sospechosa.
En un arranque filosófico determiné que el conocer totalmente su cuerpo
me hacía sino un hombre sabio, sí un hombre feliz.
Una tarde Rocío traía un par de deseos ocultos en sus manos,
mis palabras resbalaron hasta enredarse en sus medias de nailon
y cambiaron de color,
en el entramado la visión de sus piernas creó otras fantasías,
entonces cerré la puerta del cuarto.
Haciendo un análisis sociológico determiné que el porqué de tanta atracción,
todo es culpa no del inconsciente colectivo sino del colectivo inconsciente.
Aquella noche Rocío traía un poema de amor dentro de su blusa,
fue la vez del primer toque de queda,
regresó el invierno,
yo me tuve que quedar oculto entre tus brazos.
En un arranque de locura comprendí que su escote
es el final de todos los cuentos que escribía,
al principio me odió, después me amó para toda la vida.
Le di otro trago a mi whisky
y en su espalda descubrí este poema.