L’ Orchestre d’ hommes-orchestres
Festival del Centro Histórico de México
La ciudad también vocifera, habla en inglés, ruso, mixteco, esperanto; canta, grita y carraspea. Para escuchar al Centro Histórico basta recorrer sus calles, visitar sus recintos, poner atención a su gente; se puede salir por ejemplo un jueves en la noche, y al deambular por la calle Tacuba uno podría escuchar ahí frente al Munal a un grupo de muchachos tocando Twist and shout, la batería golpeada rítmicamente reúne a su alrededor a las parejas de jóvenes y viejos que bailan al compás de los Beatles.
Si uno dobla la calle, caminando por Donceles tal vez escucharía a los jóvenes de un bar que junto a Ceráti cantan mientras esperan a que pase el temblor; más adelante la misma calle toca la melodía de los pasos, de las bocinas de autos mentando la madre. Y luego las luces espectaculares anuncian al Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, un lugar prometedor para escuchar a nuestra ciudad.
Digamos que por azar ése jueves, pudo ser este jueves 9 de abril, día en el que como parte del Festival del Centro Histórico de México, L’ Orchestre d’ hommes-orchestres en punto de las 20:30 horas se presentó Cabaret brise-jour (cabaret destrozado) en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. LODHO Se trata de una agrupación nacida en la ciudad de Quebec en 2001, entonces habría que prepararse, esa noche, en ese lugar, la ciudad nos cantaría en francés.
En el escenario se encuentra un ensamble completo de música para ser vista: la luz es tenue y cálida, una fina lámpara de metal dorado y cristales corona el centro del escenario; hay un piano vertical, una batería, trompetas, un chelo, un sax, micrófonos, una mesa, sillas y lámparas. Están ellos Bruno Bouchard, Gabrielle Bouthiller, Jasmin Cloutier, Simon Drouin, Simon Elmaleh, Lyne Goulet y Danya Ortmann.
Puntuales arrancan con Die Ballade von der Höllen-Lili , los atuendos y la música evocan a los años veinte, las señoritas sensuales con vestido y collares, los caballeros con tirantes, con gafas y sombreros; la voz nos toma de la mano y sensualmente nos arrastra hasta retroceder en el tiempo, de pronto el timbre de un antiguo teléfono rompe el momento y la segunda pieza lo destruye.
Una guitarra eléctrica hace callar a todos la segunda pieza es The War, rock en la voz de Bruno Bouchard dice que “es un buen momento para hacer un pequeño juego” One: my room when i was a child, two: a very long love letter, three: (el sonido del teléfono); four: you.
Los papeles de musas y artistas se intercambian entre los músicos, a veces cantan, a veces tocan, se sientan y miran, en momentos actúan y luego vuelven a la inmovilidad. LODHO tiene la intención de ser diferente, un nuevo género que consiste en no limitarse a un género, por eso su música es visible, presentan teatro, performance, hacen la música y hacen el amor.
Además de los instrumentos clásicos, con cada canción aparecen instrumentos diferentes, son inusuales, inventados o reciclados a partir de objetos comunes. En Les filles de Bordeaux cantan ellos y ellas y vuelven al estilo de los veintes. Tocan especies de arpas, de guitarras, todo de madera, provocan la melodía de los objetos mecánica, maquinal, pero llena de ritmo.
En Pride Danya Ortman canta una balada charleston mientras Simon Drouin toca una armónica fusionada con una trompeta, ella se quita el vestido mientras el resto de los hombres le arrojan prendas de todo tipo, se prueba un jersey y alguien se lo quita, se prueba un chaleco, un sombrero, el ritmo aumenta, se quita y pone guantes, usa un paraguas, sostiene un ramo de flores, la ropa no deja de volar sobre ella mientras canta y luego la se convierte en una montaña que la entierra, desde debajo de la ropa ella sigue cantando hasta que comienza el ritmo de Big mole.
Big mole es rock de nuevo, dice que el mundo se divide en luz y oscuridad. En la oscuridad se baila, la guitarra y la batería adornan la locura de una voz rasposa que sube, baja, da vueltas y termina diciendo down down down.
En Tschaikowsky Bruno y Simon cantan una melodía que por supuesto evoca a Rusia, mientras a sus espaldas imágenes del personaje avanzan a toda velocidad. Las mujeres beben, gritan y exaltan el toque psicodélico de la pieza.
Conforme avanza el concierto L’ Orchestre d’ homme-orchestres explora los sonidos del jazz, la polka, rock, balada; van de la furia a la sensualidad y de la melancolía a la solemnidad. En momentos son irreverentes, parecen carnavalescos y a veces evocan a un coro angelical. Gabrielle y Bruno con armónicas en los labios se dan un beso sonoro a media canción.
Luego de una hora y veinte minutos Oh Havenly Salvation comienza con una danza entre Jazmin y Bruno, el abrazo y el giro que dan los coloca por turnos frente al micrófono, cantan y siguen su amoroso baile. Llegan al fin con Ballade de la fille noyée una agónica melodía lastimera en la voz de Danya Ortman que cubre su torso desnudo con una especie de sintetizador, que en medio de la absoluta oscuridad enciende una lámpara al ritmo de la música.
La última música que se podía escuchar era la del público, los aplausos marcaban el final de la melodía de los objetos ahí dentro, sin embargo al salir del teatro la ciudad, el Centro Histórico sigue sonando, están los tacones de las señoras, el viento y más fuerte que todo lo demás ahí en la calle Tacuba, ya avanzada la noche se escucha la canción de la tranquilidad, invita a cada uno a que vaya a su cama, a descansar y soñar, prepararse para escuchar un día más los sonidos de la ciudad.