“Si falta trabajo, la dignidad humana esta herida”
Anónimo
La juventud es de nuevo en uno de los principales tópicos de interés, en los temas sociales, en una sociedad en la que además parece estar reformulándose el sentido del trabajo, considerado desde el siglo XVII una de las vías esenciales de reproducción y legitimación social.
La acentuada exclusión de los jóvenes del mercado laboral y su inserción en el mundo de los adultos, como consecuencia de la crisis del empleo por la que atraviesan todas las sociedades, probablemente permita explicar la imperiosa necesidad de revisar el tema.
La juventud puede ser definida como un status, es decir como una posición social, en la que el joven se adscribe a partir de la edad. Esta posición en la estructura social se amplía a un modelo de comportamiento, que parece convertirse en el comportamiento cultural de la actual sociedad, en la que ser joven constituye un valor positivo. Desde esta perspectiva la sociedad adulta no es la que opera como referente, sino por el contrario, las características de la juventud actúan como modelo de comportamiento por parte de l la sociedad en general.
Los jóvenes actualmente se han enfrentado al problema de la inserción laboral y este deriva básicamente de la incapacidad del sistema socioeconómico para generar suficiente cantidad de puestos de trabajo. Esto ha traído, como consecuencia, una mayor dedicación a los estudios por parte de los jóvenes, que aparece como la opción más legítima de ocupar el tiempo disponible, avanzando en los niveles académicos superiores a los de otras generaciones.
El papel del trabajo como eje nuclear en el que se articula la sociedad es una característica propia de la modernidad. En la etapa del industrialismo, el trabajo se convirtió en la condición y en fundamento del progreso, que incitaba al hombre a la construcción y búsqueda de una autonomía social, de suerte que la integración al mundo del trabajo, en particular en determinados sectores profesionales se convierte en una importante fuente de dignificación personal.
Y aunque en estos tiempos la posibilidad de inserción continúa teniendo un importante carácter simbólico en la legitimación social, en estos períodos de crisis, el empleo genera que las personas vivan enfrentadas a una notable contradicción, debido a que por un lado el trabajo hace las veces de un dignificador personal y por el otro, la profunda precarización de condiciones en el ejercicio del trabajo.
Este efecto también sucede en los jóvenes frente al papel en la actividad laboral como fuente de identidad y reconocimiento social. Viven una incierta situación frente al mercado de trabajo y en consecuencia en las sociedades urbanizadas, la tendencia al alargamiento de la etapa de dependencia de los jóvenes con respecto a los padres son una respuesta a las restricciones que existen para la entrada a los mercados de trabajo formales.
Entre los 15 a los 18 años se establece un lapso de gran indefinición, hay enormes obstáculos para la inserción de los jóvenes en el mundo académico y no se hable en el laboral. Frente a tal situación tienden a configurarse imágenes de la juventud en las que prima la victimización, dada la imposibilidad que se les presenta para continuar en la vida académica y en consecuencia al rol adulto; o de culpabilidad por no tener los conocimientos suficientes y continuar en el mundo académico, pero nadie acepta que por la amplia demanda y poca oferta que existe de la matricula académica a nivel medio se da una sesgo que genera incertidumbre y pone a los jóvenes en un estado transitorio donde no están lo suficientemente preparados para el mercado especializado y están sobrevalorados para desarrollar un oficio.
Los jóvenes se vinculan no sólo a partir de los mensajes o tendencias mundiales, sino también de cuestiones menos trascendentales como lo es el trabajo y las prácticas que observan en sus antecesores, que ha sido el eje central del desarrollo, por ende no extraña que muestren un excesivo entusiasmo a la hora de incorporarse a la vida laboral activa. Pero es claro que la juventud tiene una concepción diferente del trabajo con respecto a los adultos, y al encontrar distintas concepciones con respecto al mismo, el grupo juvenil ve con menor responsabilidad la necesidad del mismo.
En realidad las diferencias anteriores se deben a raíz de la existencia de diferentes concepciones con respecto a la representatividad social laboral. Y se entiende por representación social, la forma de un conocimiento elaborado, compartido y está orientado hacia la práctica que concurre a la construcción de una realidad común. Esta representación se da como resultado de la interacción entre los individuos que comparten un mismo espacio social expresando, a través de ellas, las normas, los estereotipos y los prejuicios de la colectividad de la cual son el producto.
Con respecto al trabajo, este aparece sustentado en la idea de un medio y a través de él se logra dinero que tiene por objetivo desarrollar, mantener, satisfacer, sobrevivir y obtener. A partir de esto se establece que los individuos se diferencian, básicamente, en términos del grado de elaboración con que definen al trabajo.
Es decir existen dos tipos de visones, la visión netamente material y la visión más elaborada que privilegian el desarrollo del intelecto e ideales. Para la primera proponen al trabajo para obtener recursos, para satisfacer necesidades y para lograr lo anterior es necesario cumplir con un deber, cumplir órdenes y horarios.
Para la segunda visión el trabajo es muy esencial en la vida del hombre porque constituye la fuente de recursos para poder satisfacer sus necesidades, poder ocupar un lugar en la sociedad, este debe ser realizado con responsabilidad y esmero por lo tanto dentro de lo posible se debe buscar un trabajo que agrade y pueda demostrar la capacidad. Posteriormente revisaremos las crisis que existe laboralmente en la juventud.