Hace unos días, Víctor Hugo Lobo Román, por segunda ocasión jefe delegacional en Gustavo A. Madero hizo un recorrido por zonas de la colonia Vallejo, esa zona olvidada cuyos habitantes se convirtieron, en los últimos años, en la infantería política de lidercillos locales: acarreados en actos públicos, con pase de lista y toda la cosa, a cambio de que se les incluyera en alguno de los beneficios de programas sociales.
En dos días –viernes y sábado últimos– el abandono, el descuido y la negligencia que se acumularon en montones de basura e inmundicia, durante los meses y los años en que la ahora exdelegada Nora Bárbara Arias estuvo al frente de la delegación, fueron levantados por carros del servicio de limpia, dijérase que, ora’ sí, de manera pronta y expedita.
En su lugar quedaron banquetas con orillas pintadas de amarillo; señalizaciones de vialidades perfectamente marcadas; áreas verdes limpias y despojadas de yerba y corredores peatonales con un aspecto de cierta dignidad.
Incluso hasta se hicieron reparaciones en las zonas recreativas; si bien parcialmente, fue reinstalada la malla ciclónica que divide la cancha de futbol de la zona de juegos infantiles, de manera que los pequeños de entre dos y diez años, por el momento, no corren más peligro de recibir balonazos a sesenta kilómetros por hora, o más.
De nuevo funciona el alumbrado público y fueron despintadas de grafiti todas las paredes para repintarlas con los lemas y colores oficiales –y los partidistas, claro– de la delegación.
Víctor Hugo Lobo dialogó con el vecindario, más específicamente, con un grupo de madres de familia; una de ellas, Karla Rizo, también maestra de danza en la, no hace mucho inaugurada, “Casa de la Cultura Richard Wagner” le hizo notar las inadecuadas condiciones del espacio en que todas las tardes da su clase a grupos de niñas y niños de entre cinco y doce años.
Le dijo que al lugar le hacía falta piso de duela; que requiere espejos y una barra horizontal para facilitar los ejercicios; le dijo también –según el administrador del lugar, un individuo llamado José Aguilar, que escuchaba de cerca–, que con frecuencia ella tenía que asear el espacio, incluidos los sanitarios, y que incluso en alguna ocasión tuvo que pagar para que repintaran las paredes.
“No, maestra, muy mal hecho –le dijo Lobo Román–, usted no tiene por qué desembolsar dinero. Eso es tarea de nosotros, de la delegación. Para eso está el administrador”.
Acto seguido, el interpelado, sin defensa argumental, no acertó sino a aceptar, y entre balbuceos dijo algo como que en efecto, le había dicho a la maestra que esas tareas ella las tenía que hacer.
Eso fue el sábado último. Transcurrido el fin de semana, este lunes, Pepe Aguilar –así le gusta que lo llamen– nomás no quiso facilitar el acceso a la maestra Karla; tampoco a las niñas y niños de su clase.
–¿Por qué? –espetó la profesora.
–Son órdenes de Lobo: que el salón esté cerrado hasta que sea acondicionado, como usted lo pidió.
–Bueno, entonces préstenos otro salón o déjenos dar la clase aquí, en el lobby.
–No, tampoco. Son órdenes del señor Lobo.
–¿También?
–También –dijo el burócrata resentido por la balconeada del viernes último. Y se alejó sin ocultar cierta miserable sonrisa de malsana revancha.
Hay que decir que el tipo recibió el nombramiento de administrador por la anterior delegada, Nora Bárbara Arias Contreras, sucesora de la primera gestión de Lobo Román, y ahora diputada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, claro, por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
En su momento, cuando delegada, Arias Contreras nunca se tomó la molestia de recibir a los vecinos; menos la de acudir a verificar las quejas contra el administrador Pepe Aguilar, a cuya indiferencia se debe el paulatino deterioro de dicha Casa de la Cultura, así como el de las áreas de convivencia y esparcimiento.
A esa misma actitud se debe también el maltrato que alguna oficial de policía da a los usuarios del lugar y, paradójicamente, la proliferación del vandalismo, ante la cual el funcionario delegacional ni siquiera se toma la molestia de pedir telefónicamente el auxilio policial.
La cuestión es la siguiente: si la revancha del burócrata se dio a unas horas de que Lobo Román se retirara del lugar, e incluso en su nombre, ¿qué podrían esperar los vecinos de la colonia Vallejo: que las obras de recuperación de su espacio de convivencia, realizadas en dos días, sean sólo de relumbrón, flor de un día, bueno, de dos, que todo será como siempre, esto es, para taparle el ojo al macho?
Mal haría el jefe delegacional Víctor Hugo Lobo Román en olvidar que en la delegación ganó por menos de mil votos; que casi se la arrebataron los de Morena y que de su nueva gestión depende no sólo la existencia de su partido, sino hasta su propia carrera política.
A menos que entre sus planes esté el cambiar de partido… al Revolucionario Institucional (PRI), por ejemplo.