Exaltación patriótica y manipulación
Cineteca Nacional
Como parte del ciclo de conferencias sobre cine mexicano, el pasado 23 de marzo el especialista Carlos García ofreció una charla sobre la exaltación patriótica y la manipulación a través de la simbología nacional en las películas mexicanas.
Dijo que después la Revolución Mexicana se dieron en el país los primeros intentos por construir una identidad nacional. Estos esfuerzos demandaron diversas iniciativas: en las leyes, en la geografía, en los planes educativos, pero también en la industria cultural, donde el cine jugó un papel esencial y siempre en constante transformación.
De acuerdo con el investigador y académico, durante los años cuarenta se vivió un auge de creación de filmes que se adhirieron a la iniciativa gubernamental de «hacer nación», exaltando con sus historias tanto a personajes como a símbolos patrios. Dentro de estas películas las más destacadas, y que mejor ejemplifican el «nacionalismo que se hacía desde el cine», están Allá en el Rancho Grande (Fernando de Fuentes, 1936) y Río Escondido (Emilio Fernández, 1947).
Sin embargo fue hasta la década de los sesentas, en el contexto de los movimientos estudiantiles, que el cine comienza a abandonar esta «aura reverencial» hacia el imaginario de lo nacional. El descontento social por fin se reflejaba en las películas que retomaron los símbolos patrios, ya no para alabarlos sino para criticar el uso indigno que hacía de ellos el gobierno.
Un segundo momento en este proceso de «impugnación a la simbólica nacional» dentro del cine, se dio en la década de los ochenta, debido a la fuerte crisis por la que pasa el país, el cine abandona casi por completo esta visión optimista de las primeras películas que «romantizaban la pobreza» para producir ahora filmes que giraban en torno a la crítica y al fracaso del proyecto nacional.
Como parte de la ponencia se proyectó La Ley de Herodes de Luis Estrada. A la que García Benítez se refirió como un claro ejemplo de cómo ahora se pueden usar los símbolos patrios.
La charla concluyó destacando que aunque la nación como forma de organización política tuvo su principal impulso hace más de un siglo, es un fenómeno que aún hoy tiene consecuencias